La comprensión y el estudio del arte tal y como era conocido antes
del siglo xx ha cambiado, existe una diferencia entre lo que persigue la
historia del arte, más preocupada por la autoría y el origen de la obra, basada
en una tendencia más historicista, y los fines de la crítica, más preocupada
por el método. De todas formas, la complementación no sólo es loable, sino
también necesaria. Creo que en el arte es imprescindible poder relacionar los diferentes períodos con
sus predecesores y sus antecesores; entiendo que la aparición de las
Vanguardias, aunque rupturista, no es posible explicarla sin todo un proceso
evolutivo anterior seguido por autores y tendencias, a su vez enmarcado por un
contexto político, social, económico y cultural concreto de una época. Por
tanto, digo sí al estructuralismo propio de la historia del arte, aunque haya
que poder flexibilizar nuestros discursos ante el Arte Contemporáneo y su
evolución vertiginosa, y tan diferente, en cuanto a su concepción con respecto
a todo lo anterior. En relación con los estudios de arte es necesario asociar
el pensamiento de Dilthey sobre qué metodología es preciso aplicar a lo que el
denomina las ciencias culturales, o
mejor dicho cual de ellas debe quedar al margen en su aplicación. En concreto
se refiere al positivismo, y la inaplicabilidad de la causalidad de la
metodología científica a las valoraciones a realizar en el arte. No estoy del
todo de acuerdo con esta afirmación, es decir, la historia del arte se tiene
que regir por metodologías de carácter racional y científico, pero lo que si es
cierto también es que debido a las peculiaridades del arte no es suficiente con
conocer las causas de las diferentes manifestaciones artísticas, sino que es
necesario conocer su funcionalidad en un contexto más amplio.
La finalidad de las Vanguardias es la consecución del alejamiento de la
realidad, la huida de lo aparente, el desprecio del mundo sensible que nos
rodea, se desecha la mímesis, por ello, es una de las notas que destacaría de
las diferentes corrientes vanguardistas del siglo xx. A pesar de los diferentes
autores existentes, de diferentes estilos, plasmados con distintas técnicas y
materiales, así como mediante la utilización de distintas artes, como
fotografía, cine, video, pintura, escultura, arquitectura y literatura, lo
central es la búsqueda, bajo diferentes denominaciones, de lo absoluto, de lo
racional, e incluso de lo inconsciente, pero en ningún caso de lo visible
entendido como una copia. En algunos casos se busca la verdad de las cosas, no
en su aspecto real, sino en la razón humana, lo que supone el regreso a una especial
metafísica de las cosas, mientras que en otros se prima la imaginación y lo
inconsciente propio del surrealismo. Considero
que esta huida hacia delante de las Vanguardias, y su desprecio por todo lo
hecho hasta ese momento, no es justo del todo, es decir, aunque su idea es la
ruptura, la pretensión de crear un arte autónomo, todo esto no hubiera sido
posible, ni podría ser entendido, sin ese proceso evolutivo que ha seguido el
Hombre desde el arte Paleolítico hasta llegar a un punto de madurez conseguido
gracias a la evolución del pensamiento humano. Esto ha permitido que haya
habido autores que han estado en disposición de experimentar racionalmente
otras posibilidades a las existentes hasta ese momento. Lo veo como un claro
ejemplo de lo que es capaz la inteligencia humana, es decir, que nos faculta a
poder superar la realidad circundante, y así acceder a otra realidad no
mimética basada en lo racional o lo inconsciente. Como ejemplo de lo comentado,
encuentro apasionante la solución que Giacometti ha dado a la ruptura del
clasicismo en su obra, su deseo de rechazar la mímesis, le lleva a la búsqueda
de lo real a través de la influencia del arte étnico. La sustitución de lo
vertical, que tiene connotaciones idealistas y místicas, por lo horizontal, que
se encuentra en contacto directo con lo terrenal y lo real, es totalmente
novedoso y, para mí, adictivo. Mas allá de libro, el expresionismo abstracto de
Jackson Pollock y, especialmente el De Kooning donde se intuye un esbozo de arte
figurativo en algunas de sus obras, y la metafísica de De Chirico me fascinan.
Los aspectos
técnicos, como la composición, la relación figura-fondo, la
perspectiva, la pérdida de la dimensión por lo plano, el valor dado al marco,
si hablamos de un cuadro, la pérdida de los límites de la obra, el concepto de
escultura y de arquitectura, también han evolucionado de forma radical gracias
a las Vanguardias. Pero, no sólo los aspectos más técnicos han sufrido
profundos cambios, también se pueden apreciar en la temática de las obras. Pero, en todo caso, aunque la existencia
de un tema en la obra vanguardista está fuera de toda duda, es justo decir que
en muchas ocasiones es difícil poder definirlo, a pesar de que en esa aparente
irracionalidad impere la lógica y el orden. Por todo esto, es un arte difícil,
cuya compresión no está al alcance de mucha gente, sólo las personas con un
espíritu y una mentalidad abiertas a la innovación y al gusto por experimentar
sensaciones nuevas pueden acceder, comprender y disfrutar del arte vanguardista.
Pero aun así, creo que para llegar a ese punto de comprensión y disfrute es
imprescindible conocer el autor y su obra, la manifestación artística a la que
se le puede adscribir, y el espíritu de rebeldía que subyace bajo las
Vanguardias; en caso contrario, el arte puede quedarse únicamente en “decorativo”, tal y como insinúa Rosalind
Krauss en su obra. Sólo a través del
conocimiento podremos comprender el significante y el significado de los
elementos que componen la obra, incluso nos permitirá descifrar la función de
alguno de ellos, considerados hasta ahora como inapreciables, por ejemplo la
función del marco de los cuadros, el uso de elementos de deshecho y de recortes
de periódico, el fotomontaje, la escritura automática en la obra literaria,
entre otros. También es importante saber como descifrar los nuevos significados
dados a objetos de uso cotidiano. Para una persona con prejuicios y
desconocedora del porqué de las manifestaciones artísticas de las Vanguardias,
es evidente, que disfrutará más con una obra por ejemplo de Miguel Ángel,
porque en este caso, para apreciar la belleza no es necesario comprender los
posibles símbolos o manifestaciones más ocultas de poder inherentes a la misma,
es más fácil valorar todo aquello que es identificable con la realidad que nos
rodea, y buscar la belleza en la mayor aproximación de la obra a un mundo
pasado o presente.
Otro aspecto relacionado con el
espectador del arte del siglo xx es la oposición
frontal de las Vanguardias a los valores burgueses que encarnan, lo que
les lleva a esa ruptura con la utilidad del arte. En el siglo xix la burguesía
accedió por primera vez al arte de forma masiva y se convirtió en un negocio. En
la actualidad, también nos podemos encontrar con una situación similar, debido
a que el arte se ha convertido en un objeto muy apreciado de negocio, lo que
lleva a que, tal vez, ni siquiera los compradores sean auténticos mecenas y
coleccionistas de arte, sino más bien inversores financieros, que ven la obra
como un mero y aparente negocio. Y a un nivel más asequible para la mayoría de
la gente, lo que se aprecia es que las galerías de arte son las que mueven el
negocio, y no sólo eso, sino que pueden potenciar, según sus intereses, a un
autor u otro, a un estilo u otro, pasando a un segundo plano la calidad
artística en favor de lo más comercial, así juegan con la falta de criterio de
una buena parte de los compradores. Pero, por otra parte, no todo tiene que ser
negativo, también es señal de que el acceso al arte se ha democratizado, y su
adquisición se ha podido extender a unas clases medias con un mayor nivel de
formación, aunque no siempre sea en arte, y que ven su compra un objeto de
distinción social y de equiparación con las clases privilegiadas que
anteriormente eran las únicas que se lo podían permitir. De todas formas, esta
posición de rebeldía y de crítica a los valores burgueses sirvió para que este
arte pudiese ser introducido en el suculento mercado del arte, y que hubiese
importantes mecenas y compradores dispuestos a pagar mucho dinero por sus obras.
Es interesante el hecho de como los
surrealistas otorgaron al arte de la
fotografía su equiparación con la escritura automática, como la convirtieron
en una forma de manifestación estética inconsciente, a pesar de ser un medio de
reflejo de la realidad que supera la óptica humana por su perfección, le dieron
una significación distinta a lo que vemos. Reconozco que antes de conocer las posibilidades
de la fotografía, era un tanto escéptico con respecto a su capacidad de
producir arte, precisamente por la facilidad de la aplicación técnica en
comparación con las artes más tradicionales; pero hay que rendirse a la evidencia.
Después de haber visto obras de Man Ray y de Marcel Duchamp es evidente que la
fotografía puede usarse como medio para manifestar algo más que la realidad que
nos rodea, bien desde un punto de vista de lo inconsciente, o incluso de lo
racional, pero con un significado distinto a la mera representación. Además, el
papel de las fotografía son elementos básicos del collage, de gran simbología
tanto si queremos representar un mundo real como inconsciente.
Las reflexiones realizadas por Rosalind
Krauss al hablar de la obra de Rodin sobre la
producción y la reproducción, el si es una copia o estamos antes un
original, en el caso de hacer una obra cuando el autor está muerto a partir de
unas matrices originales me parecen interesantes. Considero además que más allá
de aspectos legales, lo que para mi es fundamental son los aspectos éticos, y
ya no sólo haciendo referencia a la obra de Rodin y su legado, sino también nos
podemos encontrar con la misma duda cuando se usan las planchas originales de
cobre, madera, zinc, para la estampación de grabados, o los negativos de la
fotografía. En estos casos, tanto al admirar, como al adquirir, una obra de
estas características, creo que hay que ser conscientes de que no es lo mismo
que admirar y comprar un original acabado en vida del autor, realizado en un
contexto cultural determinado, con unos materiales y utilizando unas técnicas
propias de esa época. No vale todo, aunque el negocio sea demasiado tentador,
además esa reproducción excesiva devalúa un tanto la obra del autor. De todas formas
no quiero decir con esto que no pueda existir, por ejemplo, en el caso del
grabado, más de un edición impresa en su período, sin que por ello dejemos de
hablar de la misma obra, aunque siempre se valorará más la primera edición. Por
tanto, la afirmación de la existencia de lo “múltiple sin original”, para mi no
tiene ningún sentido, hay que encontrarse con un original, y luego a partir de
aquí será posible realizar reproducciones del mismo. En cuanto al problema que
se pueda plantear sobre los grandes ciclos pictóricos donde se puede poner en
duda la autoría al colaborar diferentes artistas pertenecientes al mismo taller,
coincido plenamente con la autora, son obras perfectamente identificables y
mantienen una unidad interna que no deja lugar a dudas a pesar de que sean
diferentes manos las que hayan trabajado en su acabado.