El arrianismo es una herejía surgida en el siglo iv en
Oriente en el seno del Cristianismo, cuya doctrina rechazaba la Trinidad y aceptaba una única
divinidad. Fue condenada en el Concilio de Nicea (325), aunque no fue hasta el
I Concilio de Constantinopla (381) cuando empezó a retroceder definitivamente
en Oriente, momento en que empieza a extenderse más allá del Danubio entre los
pueblos germanos acantonados en la frontera.
El obispo Ulfilas tradujo al gótico algunos Libros
Sagrados e inició la evangelización de masas de bárbaros al arrianismo en su
versión más moderada (homeísmo). Cuando los godos entraron en el Imperio llevaron
consigo la religión que les sirvió como fuerza de cohesión del elemento
germánico, no muy numeroso entre las masas de población oficialmente católicas
nicenas. Los pueblos que asimilaron la herejía, en general a excepción de los
vándalos, no persiguieron de forma sistemática a los católicos del Occidente,
los burgundios fueron respetuosos, mientras que ostrogodos, visigodos y suevos oscilan
según las circunstancias entre ambas.
Para los pueblos que sobrevivieron a las acometidas
exteriores el arrianismo supuso un paso intermedio del paganismo a la
asimilación del catolicismo niceno.
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