Punto de encuentro para los amantes de la historia, el arte y los grabados




El rincón de Tucídides aspira, sin pretensiones, a presentar toda aquella información interesante al respecto de la historia, el arte, fotos de grabados y libros antiguos de mi colección, citas de libros que me han gustado, referencias que vaya encontrando sobre estos temas, en fin todo aquello que me interesa, y que espero pueda ser atractivo para los demás.

"Insulae Balearides et Pytiusae"

"Insulae Balearides et Pytiusae"
"Novus Atlas" o "Theatrum Orbis Terrarum", de Blaeu, Amsterdam, 1640

La frase


"Mientras vivas procura constantemente instruirte, no presumas que la vejez lleve consigo la sabiduría"

Solón (638 a.C- 558 a.C)


Plan de Palma de N. de Fer

Plan de Palma de N. de Fer
Plano de Palma de N. de Fer (s. XVIII)

sábado, 6 de agosto de 2011

El comercio del ámbar durante la Prehistoria

El ámbar procede de ciertas plantas que formaban los bosques del período terciario, es una resina fósil, como lo prueban sus caracteres químicos y lo confirma la existencia de animales, principalmente insectos, aprisionados en los grumos de la sustancia. Se presenta como un cuerpo mineral, pero que posee las cualidades de una materia de origen orgánico El ámbar ha sido desde la más remota antigüedad objeto de la atención del hombre, y puede decirse que fue una de las primeras materias que empleó para la satisfacción de las necesidades estéticas, además de fundamento del lujo. La zona por excelencia de su localización se sitúa en la península llamada Sandland, que se extiende entre Memel y Danzig, abarcando desde Kœnigsberg hasta el Báltico.

La explosión económica y social que supone la llegada de la Edad de Bronce se debe a la consolidación de dos rutas comerciales: la del estaño y la del ámbar, con todo lo que conlleva, intercambios de productos manufacturados y materias primas de lujo.

El Calcolítico, cronológicamente situado en el iii milenio a.C., no se caracteriza precisamente por el mantenimiento de unas relaciones de intercambio tal y como aparecerán durante el Bronce, cuando se establezcan unas redes comerciales controladas por intermediarios, y que conectarán diferentes zonas productoras y consumidoras. En cambio lo que si que existen son intercambios comerciales de carácter más local, sobre todo relacionado con la explotación del cobre. En concreto hasta el establecimiento de un entramado comercial, el ámbar prácticamente se mueve en la zona de extracción, costas del Báltico, afectando a Dinamarca, una muy pequeña parte de Noruega, y una parte de Suecia.

A mediados del iii milenio, durante el Calcolítico, el ámbar, por proximidad con las zonas productoras, aparece en Gran Bretaña, el camino que sigue en dirección a esta gran isla fue evidentemente marítimo y debió ser el reflejo de un incipiente comercio ya establecido de distintos productos, incluidos los metales, con el continente. Se encontraron objetos realizados con este material en tumbas individuales. Este comercio se intensificó en esta zona durante el Bronce antiguo, con una cronología de 1800- 1400 a.C., con la cultura de Wessex, como pueden atestiguar collares y jarros de ámbar encontrados en ajuares pertenecientes a tumbas de la aristocracia local. Dentro de la Europa atlántica encontramos la Civilización armoricana formada por pueblos procedentes del Mar del Norte, posiblemente protovikingos, que en sus ajuares también aparecen adornos de ámbar, hablamos del período 1900 a.C. La Europa Central cumple un papel fundamental en el comercio europeo por su situación geográfica- estratégica entre la Europa Nórdica y el Mediterráneo.

 Durante el Bronce Antiguo, es la cultura de Unetice o Aunjetitz, la que controlaba las rutas comerciales europeas, entre otros productos, canalizaban el ámbar y el oro, por lo que se convirtieron en intermediarios entre el Báltico, la Grecia Micénica y las Islas Británicas. En la Edad del Bronce, la Europa Nórdica estaba muy influenciada por la cultura Centroeuropea citada, en concreto, se identifica la denominada cultura Montelius, considerada como uno de los centros de exportación de ámbar más importantes, dirigida sobre todo a la misma Unetice, y de aquí a Grecia y al Egeo, viéndose beneficiada en el intercambio con los centros metalúrgicos de la Europa Central y Oriental.

Todas las culturas mediterráneas a partir del Bronce Antiguo se vieron inmersas en la red de intercambios comerciales entre el norte y centro de Europa, con todo lo que conlleva, mayor uniformidad en cuanto a la cultura material localizada en los ajuares funerarios, y el intercambio de ideas. Como ejemplo citar que se han encontrado objetos de ámbar en el norte de Italia, en concreto la cultura Polada, la cual entró en contacto con Centroeuropa a partir del 1800 a.C.

El recorrido del ámbar hasta el Peloponeso pasaba por el Adriático; seguía hasta las cabeceras del Rhin y del Danubio, y alcanzaba por el Elba su lugar de procedencia. Curiosamente, el núcleo centroeuropeo de la ruta del ámbar se encuentra entre las pocas regiones europeas en las que se concentra el cobre en estado natural. Más curioso es, si cabe, el hecho de que sea precisamente el foco centroeuropeo de la ruta del ámbar (las regiones de Sajonia y Turingia) el que se adelanta, a comienzos del ii milenio a.C.

La Grecia Micénica mantiene durante el Bronce reciente unas relaciones comerciales con el continente y el Mediterráneo, lo que permite el intercambio de productos provenientes de todas las partes de Europa, viéndose incrementadas dichas relaciones a comienzos del siglo xiii a.C.

A partir del año 1500/1450 a.C. empieza la etapa del Bronce Medio con la aparición de una mayor demanda de metal como consecuencia de la proliferación de utensilios, armas y adornos, principalmente de bronce, considerados no sólo ya como elementos de lujo, sino también como elementos de uso cotidiano, desencadenando una intensificación de las redes de comercio. Durante esta nueva etapa la llamada Cultura de los Campos de Urnas es continuadora de la de Unetice, sustituyéndola en el control de la ruta del ámbar y del comercio micénico. Uno de los rasgos que marcan el Bronce Medio es el de la mezcla de pueblos sobre todo en las zonas de paso agrícolas y mineras. Dentro de esta cultura se encuentra el grupo del noroeste de Alemania, principalmente la región de Lünebourg, el cual está muy influenciado por la Europa Nórdica. Esta zona estaba en contacto directo con Jutlandia para el comercio del metal y del ámbar.

En torno al 1400 a.C. Escandinavia, como consecuencia del enriquecimiento que le reporta el comercio del ámbar pudo importar cobre y estaño, que le permitió convertirse en un centro metalúrgico de primer orden equiparable a los que existían en Europa Central. Las rutas comerciales básicamente eran dos, una conectaba el oeste de Dinamarca con el Rhin y el alto Danubio, y otra que unía el este de Dinamarca, el Oder y el Danubio medio.

El ámbar fue  muy codiciado y objeto de un comercio que tenemos que englobar dentro de un contexto más amplio de intercambios de metales, cerámica, oro, útiles, armas y objetos de decoración, que consiguieron conectar las diferentes culturas europeas dentro de las primeras redes comerciales conocidas.

El Imperior Hitita

El marco geográfico de la Península de Anatolia a finales del Bronce Medio y durante el Bronce Reciente es complejo por la existencia de diversos reinos, y una heterogeneidad étnica y lingüística. La capital del reino era Hattusa, situada en el centro del país, al norte limitaba con el mar de Mármara y el mar Negro, donde habitaba un pueblo montañés llamado gasca, en el sureste se encuentra la cordillera del Tauro donde hay las Puertas de Cilicia, y el sur limitaba con el Mediterráneo.

Los orígenes del Imperio Hitita hay que buscarlos en el periodo de transición el iii al ii milenio a.C. cuando los reyes de Kussara, Pikhana y Anitta, unificaron la región, conquistando ciudades como Nesa, y destruyendo la futura capital del reino, Hattusa. Durante los primeros siglos del ii milenio a.C. los asirios establecieron en Anatolia unos asentamientos comerciales (karum), cuya ciudad más importante fue Kanish, los cuales mantenían una independencia respecto a las ciudades nativas, y que sirvieron para el intercambio de plata y oro por productos textiles y, especialmente, estaño.

A la muerte de Anitta se inicia un período de transición poco conocido que finaliza con la subida al trono de Hattusili (1650-1620 a.C.), momento en el que empieza el Reino Antiguo Hitita, pasando la capital a Hattusa, e iniciándose una política de expansión, que le llevó a dominar la Anatolia central, penetró en el Norte de Siria conquistando Alalah. Al año siguiente se dirigió contra el reino de Arzawa, hecho aprovechado por los hurritas para atacarle, lo que le obligó a asegurar su reino. Una vez pacificado cruzó el Éufrates para iniciar una campaña militar sin conseguir el dominio de la zona. Le sucedió Mursili i (1620-1590 a.C.), el cual se tuvo que enfrentar con los mismos enemigos que su predecesor, venció al reino de Yamhad, conquistando Aleppo lo que le permitió controlar las rutas comerciales del norte de Siria. Aprovechó la inestabilidad de la zona para realizar una campaña de saqueo que le llevó a Babilonia en 1595 a.C. Durante el reinado de su sucesor Telepinu surgió el reino de Kizzuwatna. A la muerte de este rey el reino entra en una época poco conocida caracterizada por luchas internas.

La organización política tiene como centro del poder la figura del rey, asistido por una asamblea o consejo aristocrático, el Panku, se duda si la monarquía fue electiva durante los primeros tiempos del Reino Antiguo. La esposa del rey también tuvo su importancia.

El Imperio Hitita surge con el reinado de Suppiluliuma i (1344-1322 a.C.). Primero se dedicó a asegurar la estabilidad de Anatolia, dejando bajo su órbita a los reinos de Kizzuwadna, Arzawa e Isuwa, para luego expansionarse, derrota a Mitanni, se establece en Siria, llegando hasta Kadesh, lo que le obliga a firmar el pacto de kurustama con Egipto por sus intereses en la zona. Firmó tratados con Amurru, Ugarit, Kadesh y la Babilonia casita para hacer frente a los asirios, a su vez se extendió hacia el Éufrates conquistando Karchemish. La viuda de Tutankhamón, Ankhesamón, solicitó desposarse con un hijo del rey, que durante el viaje Egipto fue asesinado, sirviendo este hecho como motivo para consolidar las victorias en Siria y formar el imperio más grande en extensión de los Hititas.

Sus sucesores, Mursili ii, Muwatalli ii, Mursili iii, Hattusili iii, Tudhaliya iv y Suppiluliuma ii tuvieron que hacer frente a rebeliones dentro de su imperio y a una política cada vez más agresiva de Egipto y Asiria, contexto en el que se produce la batalla de Kadesh con Rameses ii y el traslado de la capital a Tarhuntassa, para luego volver a Hattussa, hasta el agotamiento y fin del imperio a manos de los Pueblos del Mar, los gasca y frigios. Gran importancia tuvo en este contexto la diplomacia y la firma de tratados con reinos y ciudades, en los que se hacia un juramento de los reyes vasallos con el rey hitita, siempre se reflejaba la superioridad del rey hitita, a excepción del único paritario que firmaron  Rameses ii y Hattusili iii.

El rey administraba justicia, dirigía los ejércitos, y realizaba ofrendas en santuarios en calidad de sacerdote principal, como Yazilikaya, o en ciudades consideradas sagradas, como Nerik, Arinna y Zippalanda. Las ciudades más importantes del imperio fueron la capital Hattussa, así como Aleppo y Karkemish que se consideraron virreinatos para facilitar el control de un imperio tan extenso.

sábado, 30 de julio de 2011

Los templos egipcios durante el Imperio Nuevo

El Imperio Nuevo se inicia con la Dinastía XVIII. Egipto es una potencia imperialista que se caracteriza por tener una pujante economía basada en su numerosa población y una productiva agricultura  y artesanía. A su vez el faraón afirmaba su poder con el apoyo de una eficaz jerarquía funcionarial y con un clero influyente y poderoso. Durante este periodo podemos encontrar dos tipos de templos, unos dedicados al culto a los dioses, y otros al culto al faraón.

Los templos de culto a los dioses fueron realizados en un material como la piedra considerado “eterno”, a diferencia de los dedicados a los faraones donde hay mezcla de adobe y piedra. Uno de los más importantes es el Gran Templo de Amón en Karnak, consistente en un cuadrilátero de unos 360.000 metros cuadrados de superficie rodeado de un muro de adobe. Básicamente es obra de los sucesivos faraones del Imperio Nuevo que lo fueron engrandeciendo en conmemoración de las victorias obtenidas en el campo de batalla, y por el gran poder que ostentaba el clero de Amón. Destaca la sala hipóstila construida por Sestos I y Remeses II.

El otro de los que podríamos destacar es el Templo de Luxor construido principalmente por Amenhotep III y por Remeses II, tiene una longitud de unos 260 metros, estaba dedicado a Amón y dependía directamente del citado de Karnak. Estos templos parten siempre de un eje longitudinal  que organiza simétricamente los dos lados, representando cada uno de ellos el Alto y el Bajo Egipto. Básicamente las partes que lo componen son:

Camino de dios: Avenida bordeada de esfinges que conducía al templo. Es una avenida monumental, y con frecuencia las esfinges tienen el cuerpo de león y la cabeza de carnero o de animal sagrado que corresponde al dios del templo.
Pilonos: Muros trapezoidales en los que se abre la puerta. Tienen una misión eminentemente decorativa, y sobre su superficie se disponen relieves e inscripciones. Con frecuencia la puerta estaba flaqueada por obeliscos o estatuas colosales del faraón.
Sala hípetra:  es un patio con los lados porticados y cubierto, siendo la última parte del templo de acceso público.
Sala hipóstila: De cubierta adintelada y sostenida por gruesas columnas. El suelo está a un nivel más alto que el del patio, y el interior permanece en penumbra, iluminado sólo a través de las ventanas de la parte superior. A esta sala sólo podían entrar determinadas personas, y en ella se celebraban los distintos ritos y ceremonias. Las inscripciones y relieves, con frecuencia rehundidos, cubrían solo los muros y las columnas solían estar policromadas.
Sancta sanctorum: En la que se conserva la estatua del dios, la parte más cerrada y secreta del templo, a la que solo tenían acceso los sacerdotes encargados del culto.
Como he citado el otro tipo de templo es el de culto al faraón, siendo los más destacables los Templos de Abu Simbel, el Gran Speo y el Pequeño Speo dedicados a Rameses II y su esposa Nefertari. Aparecen representados también los dioses Amon , Re, Ptah y la diosa Hathor.

Posee el primero una curiosa particularidad, el 21 de febrero y el 19 de octubre, es decir, los días equinocciales, el primer rayo de sol franquea la puerta y va a iluminar por breves instantes las estatuas del faraón y el dios Ptah, que están al fondo de la nave. El valor simbólico del Sol no puede ser más evidente. Interiormente se distribuye del mismo modo que los grandes templos: un patio, en este caso cerrado, con pilastras, una sala hipóstila y el santuario. Probablemente se iluminó con luz artificial. La parte delantera se decora con esa gran fachada, donde aparecen representados Rameses y su mujer en tamaño colosal de hasta 20 metros de altura.

El Imperio Nuevo supuso un cambio en la manera en la que los faraones eran enterrados, desde Amenhotep I, Dinastía XVIII, la práctica totalidad lo haría en hipogeos excavados en la roca. Suelen tener numerosas salas, escaleras, rampas y pilastras exentas, todo decorado con frescos o relieves. El sarcófago con la momia real se encontraba siempre en la última sala.

En la Dinastía XVIII los hipogeos reales solían hacer algún ángulo recto y así la tumba cambiaba de orientación. El único faraón que no fue enterrado en el Valle de los Reyes fue Ajenatón, quien se hizo un hipogeo en el Wadi Real, al este de Tell el-Amarna, hallándose al fondo la tumba del faraón. Estos enterramientos obedecen a un tipo bastante uniforme: constan de una puerta abierta en la roca, que da acceso a un largo corredor (unos 100 metros) en pendiente, dividido en tres espacios diferenciados. En las paredes, una serie de capillas conduce a una o más cámaras. El mejor conservado, descubierto en 1922, es el de Tutankhamon, contiene prácticamente todos y cada uno de los elementos que configuraban un enterramiento del Imperio Nuevo, y con buena parte del ajuar intacto.

Desde la Dinastía XIX los hipogeos de reinas, princesas y príncipes menores de edad se encuentran en el Valle de las Reinas.

Las tumbas particulares solían ser un conjunto de capillas al aire libre y cámaras funerarias. La entrada estaba presidida por un piramidón. Dichas capillas se abren a un pequeño patio con un pozo de acceso a las cámaras funerarias.

El templo funerario mejor conocido es el de Hatshepsut  en Deir-el-Bahari, tiene forma aterrazada similar al de Mentuhotep, construido por el arquitecto Senmut, teniendo una parte construida en la roca. Sigue manteniendo la estructura iniciada en el Imperio Antiguo de templo del valle, calzada procesional, en este caso ascendente y el propio templo funerario. Actualmente sólo conserva dos terrazas de las tres que tenía originariamente.

domingo, 26 de junio de 2011

El Parlamentarismo británico durante la dinastía Hannover

La dinastía de Hannover accedió al trono inglés en la figura de Jorge i (1714-1727) en 1714 gracias a la aplicación del Act of Settlment de 1701. La oposición del gobierno torie a la nueva monarquía llevó al reciente entronizado monarca a buscar el apoyo whig, nombrando para su gobierno a figuras destacadas como Walpole, Townshend, Stanhope y Halifax. Los tories tenían mayoría en ambas cámaras del Parlamento, por ello fue disuelto, se convocaron elecciones en la Cámara de los Comunes, alcanzando los whigs una clara victoria. Con la nueva apertura del Parlamento el 17 de marzo de 1715 los principales miembros del anterior gobierno, y destacados tories, fueron acusados de traición, llevando al exilio a Bolingbroke y Oxford. Jorge i aprovechó el levantamiento jacobita para acusar a los tories de ser partidarios de los Estuardo, y así mantener la mayoría whig en la Cámara de los Comunes aprobando la Septennial Bill, por la que las elecciones se debían celebrar cada siete años en lugar de los tres establecidos en la Triennal Act. Las disensiones personales en el seno del gabinete, y las diferencias en política exterior, la caída de Townshend y Walpole, y el ascenso al poder de Stanhope y Sunderland.

Stanhope dirigió el gabinete durante cuatro años (1717-1721), en cuyo gobierno acertó en política internacional con la firma del tratado de paz con Francia, mientras que en política interior fracasó, primero por su posición de tolerancia religiosa con los católicos y su intento de derogar las leyes anticatólicas. Segundo por su intento de reformar el sistema de nombramiento en la Cámara de los Lores con la aprobación del Peerage Bill (1719), y que le enfrentó además con la Cámara de los Comunes. La definitiva caída de este gabinete la desencadenó la crisis de la Compañía del Mar del Sur que en su fracasado intento de adquirir 3/5 de la deuda nacional arrastró a sus inversores. Aquí surge la figura de Walpole que consigue llevar adelante la transmisión de la deuda de esta compañía a la Compañía de las Indias Orientales y al Banco de Inglaterra, aminorando con ello las nefastas consecuencias económicas anteriores. Durante el período comprendido entre 1721 y 1727 se vivió una época de desarrollo económico debido a la política seguida por Walpole que ponía orden  en la hacienda, creaba un fondo destinado a la amortización de la deuda del estado, suprimía tasas, reformaba el sistema impositivo, y elevaba las tarifas de los productos importados. Este buen momento económico se vio favorecido, por una parte por el mantenimiento del orden interior de una posible amenaza jacobita,  facilitado por la detención de sospechosos, la suspensión del Habeas Corpus Act y la imposición de una tasa sobre los católicos. Y por otra por la existencia de una paz exterior.

La muerte de Jorge i en 1727 y la subida al trono de Jorge ii (1728-1760) llevó, por poco tiempo, al cargo de Primer Lord del Tesoro a Sir Spencer Compton, siendo sustituido de nuevo por Walpole que estuvo al frente del gabinete durante el período de 1727 a 1742. Walpole controló la Cámara de los Comunes lo que le permitió mantenerse en el poder, a pesar de la fuerte oposición de los tories encabezados por Bolingbroke, los denominados patriotas, los jacobitas, whigs descontentos y una prensa cada vez más ácida contra el gobierno. Consiguió las victorias electorales en 1727 y 1734, si bien también saboreó reveses como la retirada del plan de impuestos sobre el consumo en 1733. Con la retirada a Francia de Bolingbroke, William Pitt se erigió como su mayor enemigo político. La paz exterior que se había disfrutado hasta este momento se trunca, y el período se caracteriza por una pérdida de poder en Europa debido sobre todo a la firma del primer Pacto de Familia entre Francia y España y el tratado de neutralidad entre Holanda y Francia. La soledad en la que se encontraba Gran Bretaña se puso de manifiesto en 1739 con “la guerra de la oreja de Jenkins” con España, una guerra con intereses económicos de fondo, que a la postre, y después de perder votaciones en la Cámara de los Comunes y perder poder en las elecciones de 1741, le llevó a dimitir. Este hecho dejó patente que no se podía gobernar sin el apoyo del monarca y de la Cámara de los Comunes, que de esta manera alcanzaba mayor preeminencia que la Cámara de los Lores.

Desde 1742 hasta el final del reinado en 1760 se caracteriza por el desplazamiento del interés por la política interior en beneficio de la exterior. El sustituto de Walpole, Carteret, realizó una política agresiva que culminaría con la guerra con Francia en 1744 con la oposición en la Cámara de los Comunes de los hermanos Pelham y William Pitt. El nuevo conflicto anglo-francés llevó aparejado un nuevo levantamiento jacobita iniciado en 1745 por Carlos Eduardo, por el que tomó Edimburgo e invadió Inglaterra, y que finalizó en 1747 con la ejecución de alguno de los cabecillas y la huida a Francia del “joven pretendiente”. En este contexto Carteret se quedó solo, aunque el monarca en un principio no accedió al cambio de gobierno, al final se tuvo que plegar a la presión ejercida por los nuevos coaligados, los hermanos Pelham y Pitt, en 1748, una vez culminada la paz con Francia y ya resuelto el problema jacobita. Henry Pelham ejerció como Primer Lord del Tesoro desarrollando una política de reducción de la deuda y apoyo al comercio y la industria hasta su muerte en 1754, a partir de aquí su hermano el duque de Newcastle, secretario de estado, asumía su cargo en compañía de William Pitt, el cual fue el encargado de gestionar la guerra de los Siete Años.

El acceso al trono de Jorge iii (1760-1811) se inició con un rechazo de la política de William Pitt, y su sustitución por el tory conde Bute en 1761, responsable de la negociación del tratado de París de 1763 con Francia, a pesar de la oposición de los financieros y de la opinión pública británica, que al final consiguieron su dimisión en 1763. Hasta 1770 el gabinete vive una situación de inestabilidad y surge además el nacimiento en el Parlamento de un partido de “los amigos del rey”.  Los gobiernos whig se suceden, se inicia la crisis con las colonias norteamericanas, se pone en duda la legitimidad del Parlamento inglés para fijar nuevas tasas en las colonias, y surge el movimiento del radicalismo fundamentado en una serie de asociaciones políticas al margen del parlamentarismo y cuya máxima aspiración era conseguir una mayor libertad de prensa y la reforma electoral. En 1770 con el nombramiento del tory Lord North vuelve la estabilidad política y el desarrollo económico hasta que la crisis americana se convierte en una guerra que finaliza en la posterior capitulación de Yorktown en 1781, se aumentan los impuestos, la opinión pública es cada vez más crítica con el gobierno, y a su vez tiene que hacer frente al resurgir del problema católico en Irlanda, provocando en 1780 disturbios en Londres, los denominados Gordon Riots. Todo ello lleva a la pérdida del gobierno por la moción de censura del Parlamento de 20 de marzo de 1782. El poder fue controlado por la coalición de Lord North y Charles James Fox hasta diciembre de 1783, cuando no pudieron sacar adelante en la Cámara de los Lores la East India Bill, siendo sustituidos por William Pitt el Joven. Hasta 1801, fecha de su dimisión, su gobierno se caracteriza por los intentos de recuperar económicamente el país fomentando el comercio y la industria, por la denominada “crisis de la regencia” (1788-1789) a consecuencia de los síntomas de enfermedad mental del monarca que ocasionó la división de los whigs, y por el estallido de la Revolución Francesa que propició un incremento del conservadurismo y el resurgimiento de los problemas independentistas de Irlanda que finalizó con la Ley de Unión de 1800 por la que el Parlamento irlandés fue absorbido por el británico. La oposición del rey al proyecto de abolición de las leyes anticatólicas propicio la caída de su gabinete. Quedaba pendiente hasta 1832 una auténtica reforma parlamentaria que acabase con la oligarquía gubernamental.

Breve descripción de la acepción "Celtas"

Todo lo relativo a los Celtas que englobaríamos dentro de la voz “céltico” no es un término unívoco, hace referencia a diversos puntos de vista, así hablamos de gente designada de este modo por griegos y romanos, en lingüística afecta a un grupo perteneciente a la familia indoeuropea, también se refiere al complejo arqueológico de la Europa centro- occidental que abarca una serie de culturas, y finalmente es un estilo artístico.

El conocimiento que se tiene de los Celtas proviene de una serie de fuentes. Las literarias grecolatinas a partir del 600 a.C. muestran un deficiente conocimiento geográfico y de las fuentes, además de tener asumido la distinción entre “nuestra cultura” y “su barbarie”. La relación de autores es muy amplia, desde Herodoto, Aristóteles, Jenofonte, Apolonio de Rodas, Estrabón, Diodoro de Sicilia, hasta Julio César, Tito Livio, Trogo Pompeyo y Tácito, entre los más destacados.

Los términos utilizados como designación étnica de carácter general fueron “keltoi” y “celtae”, aunque también se utilizaron otros sinónimos de los anteriores como “galatae” y “galli”, con diferencias conceptuales entre ellos.

La épica irlandesa más antigua, la hibernia del s. IX, y posterior, si bien está muy influenciada por el horizonte paleocristiano, describe la organización e instituciones antiguas.

Las fuentes citadas tienen que servir de complemento a la arqueología, que nos permite estudiar la tecnología, el hábitat, economía, ideología y muerte, y a los restos lingüísticos que nos han llegado a través de la epigrafía, numismática y toponimia.

El origen de la lengua céltica hay que buscarlo en el conjunto de lenguas indoeuropeas a partir de un protoindoeuropeo de unos pueblos nómadas, que según unos autores sitúan en el área septentrional, en concreto relacionado con la cultura de los Kurganes de las estepas existentes entre el Mar Negro y el Volga, mientras que otros lo sitúan en el área meridional, desde el Anatolia a Irán, donde han aparecido los textos más antiguos.

Del protoindoeuropeo surgiría un protocéltico en tiempo y lugar imprecisos, que sería el tronco común de las dos variantes conocidas, el celta de la “g” ó goidélico, más arcaico, y el celta de la “p” ó britónico, más innovador.

La romanización puso freno a la geografía lingüística  céltica quedando restringida al área más noroccidental.

El mundo celta evoluciona desde el Bronce Final con las poblaciones de los “Campos de Urnas”, sigue durante la primera Edad del Hierro con la Cultura de Hallstatt, y concluye en la segunda Edad del Hierro con la civilización de La Tène.

domingo, 27 de febrero de 2011

La representación gráfica del espacio en la Edad Moderna: mapas y vistas de ciudades

Según afirmaba Ptolomeo en su “Geographia” (1475) “la descripción de la tierra se llama Geografía y se diferencia de la Cosmografía o descripción del mundo, como la parte del todo […] y la Topografía, es decir, la descripción de los lugares, no es más que una representación particular de la ciudad, vista ella sola o con su territorio”. Los temas que trataré brevemente son los mapas como representaciones de la geografía, y las vistas de ciudades como representación de lo que Ptolomeo denominó topografía.

La importancia de la cartografía inicia su despegue con la Era de los grandes descubrimientos y conquistas. Las técnicas desarrolladas por las sociedades castellano- portuguesas, las ideologías que movilizaban a los hombres y los medios de los que disfrutaron, para el servicio de los gobernantes, hicieron que la Península Ibérica primero, y la Europa Atlántica después alcanzaran la hegemonía oceánica y universal. Una cultura homogénea, una náutica desarrollada, y el poder sólidamente establecido permitieron un mejor conocimiento y control del medio geográfico. Se desarrolló una colonización potente, una reordenación del territorio, y la creación de un verdadero “orden mundial”. El monarca que mejor representa esta ideología es Felipe ii, ya que España y Portugal fueron los reinos más activos y los que prosiguieron una actividad descubridora, ampliadora, reconocedora y reordenadora en los grandes ámbitos oceánicos, especialmente en la América continental y en el Extremo Oriente.

La ampliación de los espacios geográficos conocidos y los grupos étnicos con los que se establecieron contactos explica el gran avance de la geografía americana. Los descubrimientos marítimos alcanzaron gran difusión en Europa debido a la publicación de los libros realizados por cosmógrafos y pilotos españoles a lo largo del siglo xvi. La importancia es tal que desde el poder, y en el seno de la Casa de Contratación, se creó el cargo de “Catedrático del Arte de Navegación y Cosmografía”. Los libros que se imprimían, o que quedaban como copias manuscritas, fueron objeto de lectura y coleccionismo por príncipes y reyes aficionados a estas materias. El acelerado proceso descubridor y el conocimiento de una geografía hasta ese momento desconocida revolucionó las concepciones clásicas originando un avance y perfeccionamiento técnico en la cartografía náutica, pero también en la terrestre. La cartografía de Diego Ribero, de López de Velasco y Antonio de Herrera, y el primer atlas manuscrito sobre papel de Alonso de Santa Cruz, son de un valor fuera de toda duda. El desarrollo del grabado impulsado principalmente por las actividades bélicas, y la aparición de cartógrafos como Mercator, grabadores como los Blaeu, y sin olvidarnos de Ortelius y su magnífica obra titulada “Theatrum Orbis Terrarum” consiguieron una gran difusión de los conocimientos cartográficos. Entre los reyes que más apoyaron a científicos, a las ciencias y su difusión fueron Carlos v y el ya citado Felipe ii. Ambos fueron considerados buenos matemáticos, y fueron conscientes del valor de la cartografía como elemento de poder, el citado Gerard Mercator recibió el título de “Imperatoris Domesticus”, al matemático Pedro de Esquivel se le encargó la elaboración de un mapa de España, a Jacob van Deventer se le nombró “Geógrafo del Rey”. Gracias a la imprenta y el sistema de grabado la cartografía alcanzó una plena difusión y un mercado más allá de las cortes. En la época de Felipe ii los Descubrimientos pusieron en evidencia las posibilidades de expansión de la Monarquía y la cartografía apareció como el más adecuado instrumento de control y planificación. La relación entre la cartografía y la representación del poder se manifiesta en la “Cosmographia de Pedro Apiano” (1548) en su “Carta Cosmographica” aparece el emperador Carlos v y Júpiter en el mismo plano de igualdad equiparando al Emperador con el padre de los dioses, y relacionando a su vez a Carlos v con el mundo clásico y lo antiguo.

Una de las obras más importantes de este siglo, si no la más importante por ser la primera antología cartográfica diseñada con criterios modernos, es la citada obra del geógrafo Abraham Ortelius, “Theatrum Orbis Terrarum”. Es un atlas dedicado a Felipe ii, y nos sirve como ejemplo de la difusión de la cartografía, ya que esta obra fue conocida y difundida entre la aristocracia civil y religiosa de su época. A su vez se afianza la relación de los cartógrafos con los círculos humanistas que colaboran en estas magnas obras, como es el caso de Arias Montano. El autor vivió y trabajó en su ciudad natal Amberes coincidiendo con la represión hispánica, y aun así, se aprecia su buena relación con el monarca hispano y su aceptación de la dedicatoria de la obra, y el nombramiento de Ortelius como Geógrafo regio (Eius Maiestatis Geographus). En un principio las ediciones que se realizaron en latín estaban dirigidas a un público erudito y a las jerarquías eclesiásticas, mientras que las posteriores ediciones en lenguas vernáculas estaban pensadas para la nobleza y una burguesía mercantil enriquecida. A parte de la calidad técnica de los mapas, en los textos se incluyen datos laudatorios del lugar de geógrafos del pasado e historias y crónicas de la época, por lo que constituye un discurso literario apologético y propagandístico de los diferentes lugares. En conclusión, estos atlas editados en las mejores imprentas europeas, como en este caso en la de Plantino en Amberes, con un formato elegante y de lujo, una valiosa información técnica, y un elevado precio hizo que los privilegiados destinatarios de estas obras fuesen la aristocracia civil y eclesiástica europea. Los monarcas europeos fueron atentos mecenas que promocionaron la realización de similares iniciativas con la finalidad de dotar a sus estados de mejores estampas cartográficas.

Por lo que respecta a Portugal, de la cobertura de los viajes portugueses en torno a África y, a través del Índico, hasta la India, no quedan a penas ejemplos. La monarquía portuguesa tenía un gran respeto por la seguridad de las cartas, de hecho lo consideraban un secreto de estado, lo denominaron la “política del sigilo”. Por este motivo no se copiaron los mapas lusos en la misma medida que los elaborados en otros países. Los mapas de las nuevas tierras representaban un gran potencial geoestratégico para los estados del siglo xvi, se buscaban cartas de las zonas recién descubiertas. El primer mapa impreso en donde aparece América fue el de la “Tierra de la Santa Cruz” de Giovanni Contarini de 1506. Los italianos fueron los primeros en editar colecciones de mapas en atlas o “isolari” desde 1485, el primero fue Bartolomeo Della Sonetti seguido de Benedetto Bordone y de Tomasso Porcacchi da Castiglione. Aunque el más prestigioso editor en Italia del siglo xvi fue el francés Lafreri. La importancia que le daban los príncipes italianos a la cartografía se plasma en nombramientos como el de Giacomo Gastaldi que fue nombrado Geógrafo oficial de Venecia. En el siglo xvii destacan Cavallini y Coronelli.

En los Países Bajos, Ámsterdam, situada en una importante área de influencia, era a comienzos del siglo xvii una ciudad de gran movimiento intelectual, comercial y científico. En ella se daban cita navegantes y pilotos que utilizaban y discutían las cartas editadas por las casas comerciales a un ritmo cada vez mayor. Aquí se establece Pieter Plancius, cartógrafo de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, la familia Blaeu, de hecho Joan Blaeu fue nombrado cartógrafo oficial de la república de Holanda. En los siglos xvii y xviii continuaron otros autores como Valks, Allard, Wit y Visscher. En la cartografía francesa empiezan a destacar grabadores como Le Clerc y Tavernier, pero sobresale principalmente Nicolás Sanson d’Abbeville, cuya obra se caracteriza por su carácter científico y crítico, muy influido por la escuela holandesa. El control estatal en la producción cartográfica se afianzó, al convertirse las Academias en protagonistas de la actividad geográfica a partir del siglo xvii. La Academia francesa empezó a experimentar haciendo arcos de meridiano de diferentes partes del mundo. Contribuyeron al desarrollo de la cartografía tanto la Iglesia elaborando planos de parroquias y de diócesis, y el ejército, encargado de la cartografía a gran escala, el “Depósito de la Guerra” francés reunía información militar, que sirvió durante el siglo xviii para la formación de los distintos servicios cartográficos militares. Delisle fue otro autor destacado. Gran Bretaña no se quedó al margen de la corriente cartográfica europea, en 1570 Saxton confeccionó una colección de mapas de los condados ingleses, amparado por la reina Isabel i, quien veía en esta idea un buen modo de mejorar el control de su reino, se le concedió el monopolio de venta de este tipo de mapas y ayudas oficiales. Otros autores fueron Speed y Ogilby.

La Reforma y la Contrarreforma trajeron consigo un mayor interés en toda Europa por la lectura de la Biblia y, derivadamente, una elevada demanda de mapas de Palestina, que se produjeron con abundancia tanto en Italia como en Alemania y los Países Bajos. A modo de ejemplo, a Miguel Servet, Calvino le mando destruir uno por considerar que era una representación excesivamente realista y poco piadosa. El matemático y geógrafo holandés Mercator inició su carrera realizando estos solicitados mapas. La importancia de este autor radica en que a partir de la información recogida, su sometimiento a análisis geométrico y el contraste de la información, supusieron el inicio de una nueva cartografía que superaba a la de Ptolomeo. Su atlas también se asocia con Hondius y Janssonius.

El siglo xviii supone un cambio con respecto al xvii debido al progreso científico de los nuevos geógrafos de la Ilustración, principalmente los franceses, hombres de ciencia, pertenecientes a veces a la nobleza, y subvencionados por el rey y la Academia, ya que necesitaban financiación como consecuencia del encarecimiento de las mediciones y los estudios teóricos previos a la realización del mapa. Únicamente las Academias autorizarán a quienes puedan realizar mapas, por ello se reduce la decoración, monstruos marinos y otras fantasías. Por citar algún autor nos quedaremos con Van der Aa, Mortier, Zatta, y Renard.

Las representación de ciudades empiezan a desarrollarse a partir del siglo xiv en frescos y cuadros, como en el de Lorenzetti “El Buen y Mal gobierno en la ciudad y en el campo” en el Salón de los Nueve del ayuntamiento de Siena (1338- 1339). En el siglo xv ya encontramos ciudades representadas en tablas, como la de Francesco Rosselli de la ciudad de Florencia (1489-1495), el cual fijó el estereotipo de la visión de la ciudad. Los frescos tenían un carácter autocelebrativo y estaba dirigido a quienes ya conocía la ciudad, mientras que las tablas tenían una cierta circulación. Por otra parte, los libros y grabados además contenían descripciones e ilustraciones con fines celebrativos y documentales. Se va difundiendo una auténtica moda por las representaciones iconográficas de las ciudades europeas lo que lleva al desarrollo del grabado xilográfico de tipo urbano, en principio son imágenes toscas y sencillas que persiguen la representación del universo, las ciudades y el territorio en el que tienen lugar los acontecimientos históricos., para evolucionar y alcanzar una auténtica revolución científica y artística de los “Monumenta” de la cartografía del siglo xvii. El primer texto que se apoya en un repertorio de imágenes es el “Liber Chronicarum” de Schedel (1493), si bien las representaciones son muy parecidas entre sí, no cabe duda de que este autor se puede considerar un pionero en el género de las vista urbanas de carácter topográfico. Uno de sus continuadores fue Sebastian Münster con su “Cosmographia universalis” (1544), con vistas de calidad modesta, algunas desgastadas y muchas de ellas simbólicas.

Los atlas de ciudades se caracterizan por combinarse la ejecución artística de la obra con los estudios científicos aplicados. En sus inicios, los más importantes se editan en Alemania entre los siglos xvi y xvii, para posteriormente pasar el testigo editorial a cartógrafos y editores flamencos y holandeses. Como ya he comentado, el atlas de Münster es el que se impone durante 25 años, en concreto su “Opus mágnum” de 1550 es su edición más famosa. El texto explicativo de estas ediciones se caracteriza por la pobreza en las explicaciones geográficas, interesándose más por cuestiones propiamente histórico- políticas referentes a cuestiones fronterizas, dinásticas y señoriales a través de la que se articula la geopolítica del antiguo régimen. Los sistemas de representación siguen los modelos, o bien el ptolemaico, o bien el perspectivo, o bien el perfil frontal y plano de la ciudad. La afición por los planos fue creciendo, y Münster fue sustituido en importancia en 1572 cuando se produjo la aparición del primer volumen de “Civitates Orbis Terrarum” editado en Colonia por Georg Braun y Frans Hogenberg con grabados de éste y Novellanus basados en dibujos de Hoefnagel. La obra consta de seis volúmenes que se publicaron hasta 1617. Se incluyen escudos de armas, trajes característicos, escenas de la vida cotidiana y detalles que ayudan a conocer el ambiente local. Sirvió como modelo para obras posteriores.

sábado, 8 de enero de 2011

La invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes en el arte contrarreformista

Existen discrepancias entre los historiadores sobre que corriente artística subyace en el término arte contrarreformista, Hay autores que lo relacionan con el Barroco, e incluso con el Manierismo. Otros empezaron a distinguir dentro del Manierismo y del Barroco las tendencias contrarreformistas. Kirchbaum considera que las corrientes artísticas citadas no fueron fomentadas por la Iglesia de la Contrarreforma, sino que reflejaron básicamente dos momentos esenciales: el de la reforma interna de la Iglesia y el de la victoria sobre la herejía. Hausser por su parte cree que cronológicamente el Manierismo es el que se identifica más con la Contrarreforma. Camón Aznar y De Hornedo hablan de estilo trentino y arte trentino para definir el estilo surgido del Concilio de Treno entre 1560 y 1610, el cual no se identifica ni con el Manierismo ni con el Barroco, es de carácter romanista, y está relacionado con el clasicismo renacentista. Incluso autores como Zeri proponen que los presupuestos del cambio de lenguaje se fraguaron con anterioridad incluso al Concilio. Jedin incluso llega a hablar de Contrarreforma y de la Reforma Católica, independientes pero homogéneos. Lo que si queda claro es que dentro de este arte contrarreformista podemos hallar dos claras influencias, por un lado la del Concilio que marca el carácter de las artes figurativas y su función entre los fieles, y por otro, la compañía de Jesús que influyó más en la formación de un modelo de iglesia peculiar, que tiene a Il Gesú de Roma como modelo. Sin entrar a fondo en el tema por estar fuera del sentido del comentario, no puedo dejar de citar la construcción de San Pedro del Vaticano porque constituye la gran obra e imagen material y simbólica de la Contrarreforma.

El Concilio de Trento dio respuesta a todas aquellas afirmaciones y negaciones artísticas y dogmáticas de la Reforma, principalmente en lo que respecta a la veneración de las reliquias y de las imágenes, por eso es conveniente dar un repaso comparativo a las cuestiones más importantes que se abordaron sin que se le pueda otorgar un carácter exhaustivo.La imagen que en el mundo católico se tenía sobre el mundo protestante era que en el norte de Europa se quemaban cuadros y crucifijos, y se rompían estatuas de la Virgen, así como que se hacía burla de la Misa. El arte fue considerado una forma más de controversia entre las dos posiciones, el protestantismo destruyó las imágenes y proscribió el arte religioso, mientras que el templo protestante fue blanqueado a la cal, quedando totalmente desnudo de cualquier ornamentación. Los jesuitas contestaron a los protestantes colocando más frescos en las iglesias, cuadros, estatuas, lapislázuli, bronce y oro, la iglesia fue consideraba como una representación del cielo sobre la tierra, por ello, la pobreza voluntaria del templo protestante explica, en cierta manera, el arte fastuoso del siglo xvii romano. Las destrucciones de los iconoclastas afirmaron más la devoción por las imágenes de los católicos. Para los controversistas católicos de finales del siglo xvii los protestantes que destruían las imágenes resucitaban la vieja herejía de los iconoclastas. Los escritores luteranos y calvinistas consideraban a León el Isáurico y a Constantino Coprónimo los primeros apóstoles de la verdad.

Los protestantes eran hostiles y se encarnizaban muy especialmente contra las imágenes de la Virgen, porque veían que era más adorada que Cristo, y de alguna manera lo reemplazaba. Reducían a casi nada el papel de la Virgen en la Redención, y negaban toda su belleza y toda su grandeza, intentando borrar de los hombres una figura que durante toda la historia el arte cristiano había ido perfeccionándose. La Iglesia y los jesuitas lucharon en contra de esta tendencia venerándola, y embelleciendo más su figura y su rostro, y buscándole más bellos nombres que la identificasen. Se realizaron grandes composiciones donde se expresaba simbólicamente la victoria de la Virgen sobre los protestantes, una figura muy usada fue esta imagen pisándole la cabeza a una serpiente, que representaba a los herejes. En relación con este tema, los protestantes interpretaban la Vulgata de forma diferente, considerando que no es la Virgen sola la que tiene que aplastar a la serpiente sino Cristo. Posteriormente, desde una perspectiva católica se añade al Niño Jesús ayudando a su madre a aplastar la serpiente. La imagen de la Inmaculada Concepción también fue atacada por unos y defendida por otros.

El ataque al Papado fue constante, estaban convencidos de que con su quiebra acabarían con la Iglesia Católica, lo equiparan al Anticristo, le quitan el carácter sobrenatural al Papa mediante una reinterpretación de los Evangelios. Se les contesta también con el arte. En contra de lo que piensan los reformadores San Pedro era el jefe de la Iglesia y los Papas sus legítimos herederos. Negaron el Purgatorio, era inútil porque Jesucristo había sufrido por nosotros y su sangre nos redimió de nuestros pecados; la réplica del catolicismo fue multiplicar los cuadros consagrados al Purgatorio en las cofradías que rogaban por los difuntos, apareciendo la Virgen, Jesucristo, San Gregorio y otros santos liberando almas. En cuanto a los Sacramentos, los protestantes rechazaron el de la Penitencia, y después de mucho dudar acabaron por dar a la Eucaristía únicamente un valor simbólico, por otro lado la Confesión era inútil, y el Bautismo era considerado el verdadero sacramento de la penitencia. Los católicos representaron el arrepentimiento de San Pedro como manifestación de la Confesión, mientras que para afirmar la Eucaristía, el arte católico representaba a Jesús consagrando el pan y el vino entre sus apóstoles.

Lutero y Calvino defendían que las buenas obras no contribuyen a la salvación, pensaban que nada bueno podía venir de la naturaleza humana, solamente la fe en virtud del sacrificio de Jesucristo puede salvarnos y no existe otro pecado más que la incredulidad. La Iglesia contestaba que el hombre se justifica no sólo por su fe sino también por sus obras, de ahí la exaltación de la caridad, siendo Carlos Borromeo uno de los héroes de esta virtud, este santo fue considerado el tipo de perfecto obispo de la Contrarreforma, su imagen más representada es entre muertos y moribundos. El culto a los santos fue entendido por luteranos y calvinistas como una especie de superstición pagana, la invocación de los santos era menospreciar al mediador, Jesucristo. Además no se encuentran en el cielo, están en su vestíbulo, sólo Jesús está allí. Los católicos contestaron que los santos disfrutan de la visión de Dios y son nuestros intercesores ante él, el efecto artístico llevó a la exaltación de los santos en sus versiones originales, se reconstruían las antiguas imágenes, en concreto, Roma se convirtió en una auténtica ciudad de los santos, las canonizaciones se convirtieron en solemnidades magníficas. El respeto a las reliquias de los santos era considerada una idolatría para los protestantes, allí donde existían se destruían, son irónicos ante la credulidad de los católicos, además afirman que no son auténticas. Por su parte, la Iglesia Católica consideró que no era ni siquiera necesario someter a las reliquias a un somero estudio. Se realizaban ceremonias, se veneraban, se proyectaron obras de arte que tenían que servir como enseñanza para la humanidad, y se mostraban las reliquias a los fieles en hornacinas.

El Concilio de Trento no sólo afectó a las artes figurativas en su contenido, sino también en sus aspectos formales y de representación. Una de las primeras decisiones que adoptó el Concilio fue prohibir el desnudo en las imágenes religiosas. Así, San Carlos Borromeo, persona que encarna el espíritu del Concilio, hizo desaparecer el desnudo de cualquier lugar donde se hallase. Toda clase de sensualidad debía ser prohibida; debe eliminarse lo deshonesto y lo profano, y las imágenes no deberían mostrar excesiva elegancia en sus ornamentos. En un cuadro religioso nada puede alejar el pensamiento del tema, Le Brun consideraba que en una Crucifixión sólo debía aparecer la imagen de Cristo, la Virgen y San Juan, cualquier otra cosa que pueda desviar la atención de su meditación era superflua y debía ser eliminada. Lo mismo para un cuadro para un altar. De la imagen sólo nos debe emocionar la grandeza del Evangelio y no los paisajes. Definían una clara distinción entre arte religioso y arte profano, de aquel había que apartar el paisaje, las naturalezas muertas o una escena familiar. Aun respetando los cánones religiosos, consideraban que el artista no daba suficiente nobleza a personajes evangélicos, por ejemplo la Iglesia fue extremadamente severa con un innovador como Caravaggio porque se apartaba de la tradición cristiana amante de la nobleza y de la belleza El Concilio condenaba las obras que manifestasen un dogma erróneo, por ello los años siguientes los censores eclesiásticos fueron muy estrictos en su control del arte. Es destacable la nueva devoción de los arcángeles. La última de las jerarquías celestes fue la que adquirió más relevancia en el arte y en el pensamiento cristianos, en Roma se encuentran por todas partes, en las esquinas de calles, en iglesias, en cúpulas y cornisas. En relación con la Vida pública de Jesucristo pensaban que no se había prestado suficiente interés a su infancia, de ahí que todo lo que rodeaba a ésta, sobre todo la Virgen y San José a partir de este momento fuese tratado de una manera diferente, surge la representación de la Sagrada Familia, devoción desconocida en la Edad Media. Fue glorificado San José, representado como la imagen de Dios Padre en la Sagrada Familia, en cambio a la figura de la Virgen como ya venía siendo muy venerada era difícil añadir algo nuevo. El pensamiento cristiano se consagró al Niño y a descubrir nuevos misterios en la pobreza y oscuridad de los primeros años, se recreaban en su vida humilde y discreta, se enseñaba a someterse a la voluntad divina.

Fue a finales del siglo xvi cuando empezó a florecer el arte cristiano, para contestar a la tendencia iconoclasta se produjeron gran cantidad de cuadros, frescos, estatuas de mármol o de estucos principalmente en las iglesias de Roma España y Francia. En el arte del siglo xvii se aprecian dos grandes corrientes: una inspirada en el pasado y otra en el presente. Los artistas a veces dudaban, incluso la iglesia tan firme para los dogmas titubeaba ante las leyes poéticas del pasado al sentirse amenazada por la crítica protestante, para luego arrepentirse de sus reticencias. La imagen religiosa se entendía como una profesión de fe, era un instrumento de persuasión orientado a conmover y convencer al fiel y servir de exégesis de los misterios de la Fe. La imagen operaba como medio para reafirmar al fiel en sus convicciones, se pretendía conseguir activar unos resortes perceptivos que obtengan un efecto y respuesta inmediatos. La Iglesia era consciente de que se podía caer en la superstición, pero consideraba que se debía correr el riesgo porque cumplía una función efectiva y didáctica de la que no podía prescindir. La imagen religiosa alcanzó un proceso de reiteración, existía una auténtica inflación de imágenes durante el siglo xvi. Los temas, los recursos y los mecanismos se repiten. La imagen tenía la ventaja de su percepción permanente y colectiva, pero no admitía un desarrollo serial, tenía carecer estático, se colocaba en un lugar de culto, por lo que se limitaban sus posibilidades de difusión, por eso los continuos encargos y el intenso desarrollo de los talleres. Afecta tanto a cuadros singulares como a ciclos y programas iconográficos.

En los escritos de la Contrarreforma reaparece el concepto medieval de la función pedagógica del arte. Ni al Medioevo doctrinario ni a la Contrarreforma le interesa la imagen por si misma, sólo aquello que representa. La Contrarreforma tiene una perspectiva programática. En concreto Savonarola considera que la historia debe tener un sentido alegórico, debe significar más de lo que representa. La dialéctica de la Contrarreforma se basa en la persuasión colectiva que se proponía influir, de una forma directa y simple, con imágenes lo más concretas posibles y ligadas a la experiencia común. Se percataron de que las disquisiciones literarias y filosóficas tan apreciadas en el Quattrocento y los tomistas no tenían arraigo popular.

El compromiso de los artistas con el pensamiento contrarreformista fue también muy destacable, por ejemplo Luca Giordano no cobraba sus trabajos a las órdenes pobres y siempre iba acompañado de su confesor, en general los artistas italianos y franceses asistían a misa al inicio de cada jornada. Todos los artistas se habían formado en la enseñanza de la iglesia, con sus sermones, retiros espirituales y libros devocionales, se convirtieron en fieles intérpretes del catolicismo de la Contrarreforma.

El conocimiento de la historia de los primeros siglos de los cristianos permitió, tal y como consideraban necesario los contemporáneos, una representación más dramática y violenta de los nuevos mártires y santos. El “Teatro de las crueldades de los herejes” impreso con el permiso de un canónigo de Amberes, y publicado con la anuencia de los jesuitas, muestra un compendio de suplicios. Los nuevos mártires fueron sometidos a suplicios inimaginados por sus verdugos: por ejemplo un sacerdote aparece crucificado por los hugonotes sobre la cruz del altar y las cabezas de los religiosos. Los jesuitas en todas sus casas de Roma multiplicaron la imagen de suplicios para que sirviese de ejemplo a los novicios, se veían escenas que les pudiesen recordar a la muerte, en concreto en la iglesia de Il Gesú había una capilla decorada con frescos de mártires, querían formar almas heroicas. Durante la era de las evangelizaciones en África, Asia y América hubo un buen número de mártires, principalmente fueron jesuitas, ayudados por franciscanos y dominicos, los cuales emprendieron la conquista religiosa de estos mundos. De todas formas, los primeros misioneros jesuitas que merecieron el título de mártires murieron a manos de los calvinistas sin separarse de imágenes de la Virgen o santos. Uno de los sucesos que más influyo sucedió el 15 de julio de 1570, se trata de la masacre de los misioneros del Brasil, que fue representada en la sala de recreo de los novicios de San Andrés del Quirinal para que los futuros apóstoles tuviesen su mirada puesta en el ejemplo de sus antecesores. Otro ejemplo lo encontramos en Japón, donde el catolicismo se extendió hasta que el nuevo emperador Toicosama, hostil a la nueva fe, en 1597 hiciese crucificar a los misioneros jesuitas .y franciscanos. Su martirio los hizo célebres, y en seguida las respectivas órdenes los empezaron a representar. La Compañía de Jesús a finales del siglo xvi quería que el arte ayudara a sus maestros a templar almas, y que la imagen de los suplicios fuera una preparación más para el martirio. Desde el comienzo de la persecución inglesa los cartujos habían tenido 18 mártires en 1535 siendo representados en una estampa por Beatrizet. En el siglo xvii los Hermanos de la Gracia y los trinitarios estaban consagrados a la redención de cautivos e iban a buscarlos entre los piratas de África, por lo que también poseían un rico martirologio.

El Concilio también reguló el papel de las jerarquías eclesiásticas en el control del arte. Se potenció en general la figura del obispo en temas disciplinarios, y por ende en temas artísticos. Todo lo cual llevó a que las disposiciones sobre el arte y su función didáctica debían ser supervisadas por los obispos en el marco de sus respectivas diócesis. Principalmente afectaba a la licencia que debía conceder para la colocación de nuevas imágenes en las iglesias. Dicho control también podía ser realizado por el concilio provincial, e incluso por el mismo Papa. Como consecuencia de ese poder jurisdiccional, el reconocimiento de los milagros y la adopción de nuevas reliquias fue una potestad que estaba también en sus manos.