En la actualidad se disponen de
fuentes primarias que contribuyen a aproximar más la figura y su contexto, y
nos permiten una mayor profundización sobre el tema. En concreto, dos
recopilaciones de los escritos y discursos
de Hitler, una que llega hasta la refundación del partido nazi en 1925,
y otra correspondiente al período comprendido desde esta fecha hasta su
nombramiento como canciller del Reich en 1933. Otra de las más destacables es
el diario del ministro de propaganda Joseph Goebbles conservado en los archivos
estatales de Moscú, los cuales han estado clasificados hasta la caída de la
URSS. El propio Kershaw pone en duda la autenticidad del “Hitler Speaks” de
Hermann Rausching. Además, la propia forma de trabajar antiburocrática y
secreta de Hitler, y la ausencia de relaciones personales, hace que toda la
documentación encontrada tenga que ser analizada y filtrada concienzudamente.
A parte de la historiografía marxista y la liberal,
los diferentes enfoques historiográficos sobre la cuestión se dividen básicamente
en dos bloques. En primer lugar,
aquellos que han sido denominados “intencionalistas”,
debido a que explican los acontecimientos históricos según las intenciones
ideológicas o políticas del Führer; hacen hincapié en el papel fundamental que
tuvo en la historia alemana, y sus conclusiones se centran en “el poder supremo
de Hitler como señor del Tercer Reich”[1]. En
segundo lugar, se sitúan en un polo opuesto los llamados “estructuralistas”. Este grupo de historiadores defiende el
condicionamiento de las decisiones políticas a las limitaciones estructurales. Según expone el propio Kershaw, “el enfoque
estructuralista vio la luz en la década de 1960 cuando fue posible por primera
vez estudiar las estructuras internas del régimen nazi con cierta profundidad”.
Por lo que “desde esta perspectiva resultaría evidente que la mano de Hitler no
se hallaba omnipresente en el manejo de los asuntos del régimen. Tanto una
‘anarquía administrativa’ como una jungla competitiva de intereses en disputa
constituyeron los rasgos predominantes del Tercer Reich”. [2] Esta
posición defendía argumentos como que disponía de poco poder decisorio, estaba
más preocupado por mantener su prestigio, era indeciso, y no tenía un programa
claro de gobierno. El alcance de tal magnitud de poder es innegable, pero los
condicionantes externos y las actuaciones de otros también fueron decisivos.
Los dos ejemplos más claros y
contrapuestos, son precisamente, el del propio Kershaw, que podríamos
considerar como estructuralista, y el otro es Joachim Fest, un claro modelo de
intencionalista. Kershaw se define a si
mismo como un “estructuralista moderado” porque en su obra subraya “el carácter
indispensable de Hitler al mismo tiempo que la necesidad de unas muy específicas
estructuras sociales y políticas”[3].
Porque lo que pretende alguna manera es aproximar las dos posiciones
historiográficas, al considerar artificial su división.
Y el otro autor es Joachim Fest
al cual se le criticó el que “no tenía
en cuenta las fuerzas sociales ni las estructuras que habían colaborado paso a
paso con Hitler para que pudiera alcanzar sus objetivos”[4].
El propio autor se defiende indicando que si bien “cada vez es más débil el
papel que desempeña el individuo durante el transcurso de la historia y que ya
no es suficiente, como se creía en el siglo xix, para hacer historia. Pero este
individuo, aunque con bastante retraso, ha hecho bastante más historia de la
que correspondía, si cabe, a la época”[5]. Fest piensa que la responsabilidad de cada
individuo es fundamental, si bien lo importante es encontrar un equilibrio
entre todos los elementos que intervienen en los acontecimientos, incluida la
masa anónima y la elite de poder.
La opinión que Fest tiene de la
obra de Kershaw se resume en que es “demasiado contradictoria la idea de que un
historiador social pretenda escribir la biografía de un personaje que resultó
ser decisivo para la Historia”[6].
Según este autor el peso del personaje se va difuminando a medida que
transcurre la obra hasta que al final solamente queda según sus palabras un
“espectro”. Considera que “raras veces es tan fácil como en esas páginas
encontrar paradojas en la biografía de un personaje que acaba reducido a un
mero punto en el que convergen las fuerzas sociales, de tal modo que quede casi
anulado. Sin embargo, parece que con ello se olvida de que fue él quien cambió
por completo todo el curso del mundo”[7].
Fest defiende que Hitler consiguió hacer realidad sus intenciones con su
fracaso, y que ha marcado todo el devenir posterior de la historia. Según Kershaw las dos obras
básicas y que le fascinaron fue una precisamente la de Fest y la otra de Alan Bullock, el cual reduce el ascenso de Hitler a lo absoluto a sus
ansias desmesuradas de poder.
Existen otros autores
destacables. Hugh R. Trevor- Roper basa
su idea sobre el Führer en toda una ideología estructura alrededor de una serie
de tópicos y resentimientos que se sustanciaban en la conquista de territorio,
lo que se denominó el “espacio vital”, y su odio obsesivo a los judíos. Hay
otros más atrevidos que evidencian arriesgadas teorías sin fuerza probatoria,
que rozan la elucubración, con las que pretenden explicar el comportamiento y
el pensamiento de Hitler. Así Erich
Fromm se centra en motivaciones psicológicas para explicar una voluntad de
morir consecuencia de una represión prolongada y el deseo de destruir esta
imagen, el verdadero odio de Hitler era la propia Alemania. Alice Miller habla de un deseo de
venganza como consecuencia de la represión y tiranía que sus padres ejercieron
durante su niñez. Simon Wiesenthal nos sitúa su antisemitismo en un escenario
totalmente diferente, el contagio de una enfermedad venérea contagiada por una
prostituta judía en Viena.
¿Intencionalistas o estructuralistas?, es una
pregunta de difícil respuesta. Personalmente, creo que la historia no puede
entenderse sin una serie de personajes, que debido a su carisma, su
inteligencia, su determinación en la puesta en acción de una idea o una
ideología, han cambiado el rumbo del mundo. Es innegable que hay un antes y un
después de la aparición de figuras históricas de la talla de Lutero, Napoleón y
el propio Hitler, por poner sólo unos ejemplos. Las consecuencias de sus
decisiones arrastraron a millones de personas y el mundo nunca fue el mismo,
evolucionó en un sentido determinado. Pero, si que es cierto, que para que estos
personajes se desarrollen y puedan llevar a la práctica su pensamiento, y
arrastrar a multitudes convencidas, es necesario que concurran unas
circunstancias políticas, sociales, económicas, culturales y espirituales
determinadas, es decir, el contexto tiene que ser propicio para que se
produzcan esos cambios. Ahora, la “palanca”, en palabras de Kershaw, es el
factor clave. Por tanto, ante el estudio de personajes de tanto impacto que
consiguen cambiar el mundo, me inclino más hacia las tendencias
intencionalistas que hacia las
estructuralistas. Hay personajes que para bien o para mal, son únicos e
irrepetibles, y las consecuencias de sus acciones u omisiones marcan el devenir
de las sociedades por mucho tiempo.
[1] Kershaw, I., “Hitler”, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.
[2] Diálogo con Ian Kershaw: Hitler y el nazismo “Explicar
lo irracional en términos racionales”. Entrevista de Miranda Lida en
el historiador. com.
[3] Diálogo con Ian Kershaw: Hitler y el nazismo “Explicar lo irracional
en términos racionales”. Entrevista de Miranda Lida en el historiador.
com.
[4] Fest, J., “Hitler: una biografía”, Planeta, Barcelona, 2005.
[5] Fest, J., “Hitler: una biografía”, Planeta, Barcelona, 2005.
[6] Fest, J., “Hitler: una biografía”, Planeta, Barcelona, 2005.
[7] Fest, J., “Hitler: una biografía”, Planeta, Barcelona, 2005.
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