Estamos ante el cuadro pintado por Tiziano “El emperador Carlos v en la batalla de
Mühlberg” que actualmente se conserva en el Museo Nacional del Prado
(Madrid).
El emperador
aparece en el retrato, por una parte, montando el caballo negro con el que
derrotó a la Liga
de Smalkalda, y por otra parte, porta la armadura que lució en la batalla. En
la escena también destaca un vasto paisaje dominado por una atmósfera
indefinida, no se sabe si estamos ante el alba o el ocaso, y resaltando sobre
el fondo, en un plano principal, se sitúa la figura del vencedor, equipado con
su armadura y montando su caballo negro. Se muestra solo, sin sus tropas, como símbolo de su victoria aplastante sobre
los protestantes, es una imagen que se proyecta a la posteridad. Es reseñable
el semblante serio del emperador, con unos rasgos faciales marcados, una mirada
grave y perdida hacia la lejanía del paisaje. La pose es majestuosa, el caballo
está bellamente engalanado, y porta una rica armadura y una lanza, atributos
simbólicos todos ellos que proporcionan una imagen impresionante de poder. Del
retrato ecuestre se desprende una doble manifestación, primero apreciamos la
apariencia física de Carlos v, segundo es una clara muestra de una autoridad
moral incontestable, es la imagen del gran vencedor. Se puede considerar que el
retrato de los monarcas absolutistas se inicia con esta obra de Tiziano.
La victoria fue
el desencadenante del retrato, subsidiariamente la obra puede entenderse como
un retrato histórico y como un monumento al honor del vencedor. El culto a la
figura ecuestre se encuentra en la tradición, existen precedentes en el
emperador Maximiliano i, y el propio Carlos v en su juventud. Existen dudas
sobre si el emperador quería identificarse con San Jorge, debido a que las
tropas habían vencido bajo la invocación de este santo, o bien únicamente se
trataba de una asociación artístico- formal. De todas formas es clara la
asimilación del retratado con el miles
christianus, además cuando cruzó el Elba se le comparó con Julio César y su
paso del Rubicón. Tiziano supo transferir la monumentalidad y la grandeza de
las estatuas ecuestres de los condottieri
italianos a un lienzo, cosa difícil ya que implicaba usar uno de gran
tamaño. El interés que tuvo el emperador hacia las bellas artes únicamente
estuvo enfocado hacia el precepto de la “magnificencia”, considerada como
virtud desde los escritos aristotélicos de la Ética Nicomaquea. A pesar de ese
desinterés carolino por el arte es clara su conciencia sobre la importancia de
los poderes, representativos, simbólicos y persuasivos de la imagen. Su
relación con el arte cambió cuando conoció a Tiziano y se convirtió en su
pintor oficial.
Una teoría
afirma que este caballero no se diseñó como un cuadro aislado, sino que debía
verse completado con toda una serie de retratos
que Tiziano pintó durante su primera estancia en Augsburgo. En estas
obras destacan escenas de vencedores y perdedores, inspiradas en la batalla de
Mühlberg, así como los retratos de la familia real. Es una manifestación de la
concepción de tradición imperial. Este conjunto de retratos debía interpretarse
como una marcha triunfal, con reminiscencias al pasado. Esta asociación se
explica desde un punto de vista abstracto y teórico.
Carlos v
(Gante, 1500-Yuste, 1558) tuvo en sus manos un inmenso poder territorial en el
momento en que Europa dejaba el gótico y entraba en el Renacimiento. Los años
cuarenta y cincuenta envuelven Europa en un conflicto generalizado: guerra
contra Francia, expediciones contra Argel y Túnez, el Concilio de Trento, y
como no, el enfrentamiento con los protestantes. La batalla de Mühlberg en Sajonia sucedió en 1547 y supuso
una victoria, si bien no definitiva, sobre los príncipes alemanes protestantes
agrupados en la Liga
de Smalkalda. Fue una consecuencia del cambio de la fracasada vía de
negociación por la fuerza de las armas con la que el emperador pretendía poner
orden en una Alemania imperial influida por el protestantismo iniciado por
Lutero, y que a partir de 1517 se extendió por el Imperio amparado por unos
príncipes con aspiraciones de mayor poder político y económico.
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