Santo Domingo y los albigenses de Pedro Berruguete |
Las tradiciones dualistas, vinculadas a los principios
del maniqueísmo, se sustancian en el siglo xii en Occidente en la herejía catara
(sinónimo de puros) o albigense (de la ciudad de Albi). El albismo o catarismo
concebía el mundo como un campo de batalla entre dos principios poderosos, el
bien y el mal. La redención de Cristo no viene tanto por su pasión cómo por
enseñar al hombre como puede liberarse del componente material para llegar a
Dios. Los adeptos se dividen en dos categorías, por un lado están los “boni
homines”, la elite dirigente, los “perfectos”, los cuales tienen una serie de importantes
compromisos, como el vegetarianismo, ayunos prolongados, castidad absoluta,
entre otros. Por otro lado, se sitúa la masa de creyentes cuyas obligaciones no
son tan gravosas.
La práctica sacramental se reduce a una ceremonia, el
“consolamentum”, consistente en la imposición de manos por un “perfecto” con la
finalidad de perdonar los pecados y la recepción del Espíritu Santo, solamente
se administraba una vez en la vida, por lo que se solía dar a la hora de la
muerte. La zona principal de la herejía se centraba en el mediodía francés,
principalmente Toulouse, Carcasona, Beziers y Albi. Los cataros fueron
derrotados por los cruzados provenientes del norte de Francia el 12 de septiembre de 1213 en Muret.
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