Se ha teorizado
mucho sobre el concepto de Renacimiento dando lugar a diversas
interpretaciones y existiendo una serie de divergencias entre los autores sobre
el origen, el carácter, el ámbito espacial y temporal. Las primeras
aproximaciones al tema se las debemos a Ruskin, Voigt y Michelet en el siglo
xix. El autor que dio al concepto las verdaderas dimensiones fue el historiador
suizo Jacob Burkhardt en una obra, que se aproxima a la historia total,
denominada “La Cultura
del Renacimiento en Italia” (1859). Con posterioridad otros autores han tratado
diferentes aspectos de la cuestión como Alfred Von Martin, Dilthey, H. von
Thode y Burdach.
El término
“Rinascita”, o Renacimiento, fue acuñado por el círculo de humanistas para
referirse no tanto a una supuesta resurrección de la antigüedad clásica como a
una renovación del hombre y de su mundo, en parte por inspiración clásica y en
gran parte también fruto de una renovada vitalidad. Afectó a todos los ámbitos
de la cultura y el pensamiento, así la influencia es palpable en literatura,
pensamiento, arte, actitudes y comportamientos. Los problemas surgen a la hora
de aplicar el término a la totalidad de un período histórico, por ello, las
etapas establecidas son particulares para la cultura, la filosofía, las
mentalidades, la expresión artística y los estilos de vida. La recuperación de
los valores culturales de la antigüedad clásica no supuso, como se ha pensado
durante mucho tiempo, una ruptura total con la
Edad Media, pero lo que si queda claro es
que se pasó de un mayor apego a la tradición religiosa para centrarse en el hombre
y en la naturaleza.
El Renacimiento
no fue únicamente un fenómeno elitista circunscrito a ciertas manifestaciones
superiores de cultura, sino que, por el contrario, fue una manifestación de la
evolución de la sociedad occidental entera. Su desarrollo se produjo en el
entorno socioeconómico de las zonas más vitales de Europa, principalmente
señoríos y repúblicas italianas, ciudades libres alemanas y flamencas, zonas
vitales de España y Francia, sureste de Inglaterra, y puntos aislados en la Europa del Este.
El sustantivo humanismo no es acuñado hasta el siglo xix para designar la devoción por la literatura de la antigüedad grecorromana y los valores humanos que de ella se pueden derivar. Es un movimiento que busca el resurgimiento de las letras clásicas antiguas y sus valores culturales. El término mismo debe su origen a la voz latina "humanistas", que Cicerón y otros autores de la época clásica usaron para significar el tipo de valores culturales que procedían de una buena educación y cultura general, así, en su origen, los "studia humanitatis" incluían el estudio de las disciplinas propias de la formación de letras: lengua, literatura, historia y filosofía moral.
Además, ya en la Italia cuatrocentista, la
voz “humanista” era de uso habitual para referirse a quien enseñara o estudiara
la literatura clásica y las disciplinas que la acompañaban, incluyendo la
retórica. El vocablo “humanista” apareció en el siglo xvi con parecido significado
al anterior. En conclusión, supone el redescubrimiento y el estudio de las
obras de los clásicos grecolatinos, la restitución e interpretación de sus
textos y la asimilación de las ideas y valores que contienen.
El gótico, los
romances caballerescos y la filosofía escolástica, que centraron la vida
intelectual del Medioevo no desaparecieron con el Renacimiento, subsistieron hasta
el siglo xvii, lo que cambió fue que no monopolizaron sus ámbitos de la
cultura, sino que tuvieron que competir e interactuar con estilos y valores
derivados del mundo antiguo. Además es imposible que individuos y grupos rompan
del todo con la cultura en la que han sido formados, la línea divisoria entre
Edad Media y Renacimiento no es nítida, los inicios de éste coinciden con una
etapa tardía del anterior. A partir de aquí, hay que preguntarse ¿por qué
Italia fue el origen de esos nuevos estilos y valores?, simplemente porque los
estilos de corte medieval citados penetraron de forma superficial en los
Estados italianos, el hecho de la existencia de ciudades autónomas produjo una
cultura alternativa, laica antes que clerical y civil antes que militar.
Se inicia un
proceso de liberación de los valores ascéticos y religiosos propios de la
cultura eclesiástica de la Edad Media.
Los autores se guían por la ciudad terrena en lugar de la ciudad de Dios, pero
sin romper con los valores religiosos, se buscaba una conjunción entre los
valores antiguos y el cristianismo. Autores como Petrarca criticaron a los
escolásticos y la filosofía aristotélica que subyacía, pero sin denostar a Santo Tomás de Aquino, como ya
he comentado, no se perseguía una ruptura total, pero eso sí, valoraron más a autores como
Séneca, Cicerón y Platón. En el nuevo
movimiento cultural se siguen manteniendo dos corrientes filosóficas, la
aristotélica, con seguidores de la corriente tomista, otros con la ockamista, y
la vertiente del aristotelismo averroísta. Y la otra, la platónica, que hunde
sus raíces en los textos originales de Platón, y no en traducciones y
comentarios, la cumbre la alcanzan autores como Marsilio Ficino y Pico de la Mirandola.
Durante la
Edad Media continuaron siendo leídos
autores como Horacio y Virgilio, la tradición del derecho romano se mantuvo en
vigor en Italia y el sur de Francia, a su vez, las virtudes cívicas y el buen
gobierno eran discutidos y estudiados en escritos clásicos de Cicerón y
Salustio, en general la cultura urbana no perdió el contacto con la literatura
y la filosofía clásicas. Lo mismo podemos decir de las artes visuales, por
ejemplo, el arte románico debe su nombre a la deuda con los romanos.
Los autores
clásicos grecolatinos se convierten en modelos dignos de imitar. Cicerón fue un
ejemplo de latino elegante y el modelo de hombre de letras que participaba en
la vida activa de la política republicana. Vitrubio fue otro de los autores
redescubierto durante este período, su obra “De architectura” era conocida
durante la Edad Media,
pero no será hasta el Renacimiento cuando se apreciará su influencia en la
práctica de la arquitectura. La historiografía no se libró de esta influencia,
las historias seguían, en muchos casos, formalmente los modelos griegos y
romanos de autores como Tucídides y Tito Livio. El interés humanista en el
análisis y la explicación de los hecho evoca el de los principales
historiadores antiguos, pero se diferencia de la crónica medieval, que
acostumbrada a centrarse en la narración y la descripción realista.
Se muestra
interés por las letras clásicas y la filología. En Florencia el grupo de Poggio
y Niccoli crearon cerca de 1420 la letra itálica (cursiva o bastardilla)
calcada de manuscritos que creían que eran romanos. Entre los eruditos del
momento existe una fiebre por el descubrimiento de manuscritos clásicos en
bibliotecas monásticas o nobiliarias, también tratan de leer las inscripciones
romanas. El interés por la cultura griega se produjo prácticamente al mismo
tiempo, fue en Florencia donde se enseñó la lengua griega y el arte de la
retórica, se pretendía leer directamente de los textos originales, los
humanistas se quejaban de las malas traducciones que manejaban. Se atribuye a
Bruni el nuevo uso teórico y práctico del término “translatio”, en un sentido
de búsqueda del significado antes que en las palabras, pretende evitar el
anacronismo, e imita los estilos de los autores individuales. Se traduce a autores
como Demóstenes, Aristóteles, Platón y Plutarco.
El hombre pasa a
ser el centro del universo, aparece una nueva estética, la ética y una cortesía
social. Surge el concepto de “antropocentrismo” en contraposición al
“teocentrismo” propio de la
Edad Media, el hombre es la medida de todas las cosas, la
inteligencia es el valor superior. El arte asume el papel de ostentación del
prestigio político, ideológico, representativo y emblemático, es lo que se ha
denominado “la ideología del poder”. Las razones que explican y motivan los
encargos alcanzan un complicado y
sofisticado número de papeles y significados.
El ideal de hombre es un hombre completo y
polivalente. Por lo general las humanidades comprendían las cinco materias
citadas anteriormente, ética, poesía, retórica, historia y gramática. La
actitud humanista será la “virtus” (valor, audacia viril, integridad), la cual se
ve como legítimo el deseo de fama, gloria, prestigio y poder, valores paganos
que mejoran al hombre, se aprecia el esfuerzo en la superación, y el
conocimiento y disfrute de lo sensorial. Se razona el daño del pecado que
reducen al hombre al compararlo con Dios y degradan su libertad y sus valores
según la moral cristiana y la escolástica.
También se produce un distanciamiento entre la
cultura popular y la humanista, tiene un carácter elitista y minoritario. El
arte humanista toma la materia popular y la selecciona para transformarla en
algo estilizado e idealizado, además en este arte no hay lugar para las
manifestaciones vulgares de la plebe que se verán más tarde en el siglo xvii
con el Barroco.
El arte
renacentista es la culminación de un proceso de perfeccionamiento realizado en
los últimos tiempos de la Edad Media,
mostrándose como más brusca la ruptura con los estilos anteriores en la
arquitectura, debido a que, si bien en la pintura y la escultura se puede ir
evolucionando mediante la perfección paulatina de la técnica, en aquella, los
elevados costes de la obra no permiten ensayos e innovaciones. Las artes
plásticas se basan en la proporción y la armonía. Son urbanas y monumentales,
imposibles sin el mecenazgo, ya sean aristócratas, burgueses o instituciones de
carácter público. Los temas clásicos y los estilos italianos se difundieron
ampliamente por Europa.
La imprenta es
otro de los elementos característicos de este período, ya que contribuyó a su
gran difusión, pero ya me referiré a ella más abajo.
Autores como
Maquiavelo sostenían que era necesario seguir el ejemplo de Antigüedad
seriamente en la vida política como en las artes. Ante la política se presentan
modelos estoicos del estilo de Séneca. A pequeña escala se cultivó lo supersticioso,
marginal y hermético.
El estudio del
movimiento del Renacimiento por toda Europa no es unitario, los autores han
establecido una serie de modelos que pretenden dar una explicación idónea. Uno
de ellos plantea el impacto de la “penetración” de un país a otro; el modelo
epidémico establece el símil del “contagio”; el modelo comercial hace
referencia a préstamos, deudas, exportaciones e importaciones en un ámbito
económico; el modelo hidráulico presenta movimientos en términos de difusión; y
el de recepción se basa en un proceso de incorporación y no de transmisión, y
por tanto cualquier cosa que se recibe, se recibe según el modelo del receptor.
En la difusión
del Renacimiento tradicionalmente se ha venido atribuyendo todo el peso a
individuos, sin tener en cuenta el papel que los grupos y círculos con gran
poder de interacción social tuvieron. Los intercambios culturales entre el
norte y sur de Europa (principalmente Países Bajo s e Italia) fueron
constantes, los humanistas italianos y otros europeos mantuvieron relaciones
personales o a través de los libros. Italia no fue el único centro de la
innovación cultural de Europa durante el siglo xv, pero si que no se puede
negar la importancia de la difusión de las ideas y las formas culturales desde Florencia,
Roma, Venecia y Milán y otros lugares de Italia hacia otras regiones europeas.
En concreto los italianos fueron decisivos en la difusión de ideas y formas griegas
y romanas antiguas.
Los intercambios
eran verbales e informales, de ahí la dificultad de análisis. Los monasterios,
las cancillerías, las universidades, las academias y los museos fueron lugares
que facilitaron los contactos personales. En concreto, los monasterios que
tuvieron tanta importancia durante la Edad
Media sirvieron como lugares de encuentro para humanistas en
Italia, Alemania y los Países Bajos.
Las cancillerías
y cortes europeas fueron centros importantes de recepción del Renacimiento. A
imitación de la cancillería florentina en otros estados se preocuparon por
tener a su servicio a eruditos que conociesen correctamente el latín, como así
lo hicieron Ricardo ii de Inglaterra y Pedro el Ceremonioso en la Corona de Aragón. Por el
contrario, ya fuera de Italia, el proceso de asimilación por las cortes
europeas fue más lento, los primeros que encontramos se ubicaban en la
periferia, fueron Mohamed ii en el Imperio Otomano, y Matías Corvino en Hungría.
Aunque al final se impuso gracias al interés de los reyes y señores en que
estudiosos italianos fuesen preceptores de sus hijos, escribiesen panegíricos a
su persona y hechos, o bien contribuyesen con las artes gráficas a la grandeza
de su linaje. Las universidades fueron la cantera que aprovisionó de gente
preparada a las cancillerías y cortes.
Muchos europeos visitaron
las universidades italianas, principalmente las de Bolonia y Padua, que gozaron
de mucho prestigio, unos para estudiar materias tradicionales como la ley
canónica, y otros para entrar en contacto con la nueva corriente humanista,
como consecuencia de esto, la mayoría de visitantes se llevaban manuscritos a
sus lugares de origen. La política universitaria renacentista pretendió la
renovación de las viejas universidades, introduciendo los estudios de griego y
hebreo, o también creando otras nuevas
inspiradas en principios humanistas. Desde mediados del siglo xv las
universidades se convirtieron en centros de recepción de ideas provenientes de
Italia, muchos expatriados italianos se convirtieron en lectores de las mismas.
Aparte de los expatriados, los humanistas y artistas italianos entre 1430 y
1520 se desplazaron hacia diversos territorios europeos con motivaciones
distintas, actividades diplomáticas, invitaciones y mecenazgo, búsqueda de
promoción o afán de aventura. Las Academias de letras clásicas, como las de Nápoles,
Florencia, Roma o Venecia, fueron unas grandes difusoras de las nuevas ideas.
La florentina estuvo influida por las corrientes platónicas, la romana estuvo
vinculada a la Curia,
y la veneciana, presidida por Aldo Manucio, se caracterizó por el interés por
los autores griegos.
De todas formas
no existía un lugar físico de encuentro, las ideas podían circular a través de
la correspondencia epistolar, tal y como hicieron Petrarca, Erasmo y Lipsius. Pero
para que la cultura pudiese llegar a un público más amplio esto no era
suficiente, se necesitaban otras vías de comunicación. En concreto fue la
invención de la imprenta en la década de 1440 por Gutemberg en Maguncia el
hecho crucial que permitirá que las nuevas ideas se difundan más rápidamente y
entre muchas más personas que antes. Los impresores se establecieron en Basilea
en 1466, en Roma en 1467, en Paris y Pilsen hacia 1468, en Venecia en 1469, en
Lovaina, Valencia, Cracovia y Buda en 1473, en Westminster en 1476, en Praga
hacia 1477, hacia 1500 250 ciudades disfrutaron de este nuevo arte. Las ideas
renacentistas pudieron salir de los restrictivos círculos de humanistas para
ampliar su radio de acción, los impresores se convirtieron en auténticos
intermediarios entre los humanistas y el público culto de toda Europa.
La educación fue
otro factor fundamental, se idea como una formación general, que integra
actividades físicas, intelectuales y espirituales, se establece una nueva
pedagogía y se produce una renovación de la enseñanza. El problema de la transmisión
de la cultura preocupó a los humanistas, conscientes de que es algo que debe
recrearse perpetuamente, de ahí la importancia que dieron a los medios
pedagógicos. Los progresos en la alfabetización fueron notables. La nómina de
pedagogos humanistas es importante, a modo de ejemplo hay que citar a Guarino
de Verona, Victorino de Feltre, León Bautista Alberti, Baltasar Castiglione con
su obra “El Cortesano”, y sobre todo Juan Luis Vives.