Existen discrepancias entre los historiadores sobre que corriente artística subyace en el término arte contrarreformista, Hay autores que lo relacionan con el Barroco, e incluso con el Manierismo. Otros empezaron a distinguir dentro del Manierismo y del Barroco las tendencias contrarreformistas. Kirchbaum considera que las corrientes artísticas citadas no fueron fomentadas por la Iglesia de la Contrarreforma, sino que reflejaron básicamente dos momentos esenciales: el de la reforma interna de la Iglesia y el de la victoria sobre la herejía. Hausser por su parte cree que cronológicamente el Manierismo es el que se identifica más con la Contrarreforma. Camón Aznar y De Hornedo hablan de estilo trentino y arte trentino para definir el estilo surgido del Concilio de Treno entre 1560 y 1610, el cual no se identifica ni con el Manierismo ni con el Barroco, es de carácter romanista, y está relacionado con el clasicismo renacentista. Incluso autores como Zeri proponen que los presupuestos del cambio de lenguaje se fraguaron con anterioridad incluso al Concilio. Jedin incluso llega a hablar de Contrarreforma y de la Reforma Católica, independientes pero homogéneos. Lo que si queda claro es que dentro de este arte contrarreformista podemos hallar dos claras influencias, por un lado la del Concilio que marca el carácter de las artes figurativas y su función entre los fieles, y por otro, la compañía de Jesús que influyó más en la formación de un modelo de iglesia peculiar, que tiene a Il Gesú de Roma como modelo. Sin entrar a fondo en el tema por estar fuera del sentido del comentario, no puedo dejar de citar la construcción de San Pedro del Vaticano porque constituye la gran obra e imagen material y simbólica de la Contrarreforma.
El Concilio de Trento dio respuesta a todas aquellas afirmaciones y negaciones artísticas y dogmáticas de la Reforma, principalmente en lo que respecta a la veneración de las reliquias y de las imágenes, por eso es conveniente dar un repaso comparativo a las cuestiones más importantes que se abordaron sin que se le pueda otorgar un carácter exhaustivo.La imagen que en el mundo católico se tenía sobre el mundo protestante era que en el norte de Europa se quemaban cuadros y crucifijos, y se rompían estatuas de la Virgen, así como que se hacía burla de la Misa. El arte fue considerado una forma más de controversia entre las dos posiciones, el protestantismo destruyó las imágenes y proscribió el arte religioso, mientras que el templo protestante fue blanqueado a la cal, quedando totalmente desnudo de cualquier ornamentación. Los jesuitas contestaron a los protestantes colocando más frescos en las iglesias, cuadros, estatuas, lapislázuli, bronce y oro, la iglesia fue consideraba como una representación del cielo sobre la tierra, por ello, la pobreza voluntaria del templo protestante explica, en cierta manera, el arte fastuoso del siglo xvii romano. Las destrucciones de los iconoclastas afirmaron más la devoción por las imágenes de los católicos. Para los controversistas católicos de finales del siglo xvii los protestantes que destruían las imágenes resucitaban la vieja herejía de los iconoclastas. Los escritores luteranos y calvinistas consideraban a León el Isáurico y a Constantino Coprónimo los primeros apóstoles de la verdad.
Los protestantes eran hostiles y se encarnizaban muy especialmente contra las imágenes de la Virgen, porque veían que era más adorada que Cristo, y de alguna manera lo reemplazaba. Reducían a casi nada el papel de la Virgen en la Redención, y negaban toda su belleza y toda su grandeza, intentando borrar de los hombres una figura que durante toda la historia el arte cristiano había ido perfeccionándose. La Iglesia y los jesuitas lucharon en contra de esta tendencia venerándola, y embelleciendo más su figura y su rostro, y buscándole más bellos nombres que la identificasen. Se realizaron grandes composiciones donde se expresaba simbólicamente la victoria de la Virgen sobre los protestantes, una figura muy usada fue esta imagen pisándole la cabeza a una serpiente, que representaba a los herejes. En relación con este tema, los protestantes interpretaban la Vulgata de forma diferente, considerando que no es la Virgen sola la que tiene que aplastar a la serpiente sino Cristo. Posteriormente, desde una perspectiva católica se añade al Niño Jesús ayudando a su madre a aplastar la serpiente. La imagen de la Inmaculada Concepción también fue atacada por unos y defendida por otros.
El ataque al Papado fue constante, estaban convencidos de que con su quiebra acabarían con la Iglesia Católica, lo equiparan al Anticristo, le quitan el carácter sobrenatural al Papa mediante una reinterpretación de los Evangelios. Se les contesta también con el arte. En contra de lo que piensan los reformadores San Pedro era el jefe de la Iglesia y los Papas sus legítimos herederos. Negaron el Purgatorio, era inútil porque Jesucristo había sufrido por nosotros y su sangre nos redimió de nuestros pecados; la réplica del catolicismo fue multiplicar los cuadros consagrados al Purgatorio en las cofradías que rogaban por los difuntos, apareciendo la Virgen, Jesucristo, San Gregorio y otros santos liberando almas. En cuanto a los Sacramentos, los protestantes rechazaron el de la Penitencia, y después de mucho dudar acabaron por dar a la Eucaristía únicamente un valor simbólico, por otro lado la Confesión era inútil, y el Bautismo era considerado el verdadero sacramento de la penitencia. Los católicos representaron el arrepentimiento de San Pedro como manifestación de la Confesión, mientras que para afirmar la Eucaristía, el arte católico representaba a Jesús consagrando el pan y el vino entre sus apóstoles.
Lutero y Calvino defendían que las buenas obras no contribuyen a la salvación, pensaban que nada bueno podía venir de la naturaleza humana, solamente la fe en virtud del sacrificio de Jesucristo puede salvarnos y no existe otro pecado más que la incredulidad. La Iglesia contestaba que el hombre se justifica no sólo por su fe sino también por sus obras, de ahí la exaltación de la caridad, siendo Carlos Borromeo uno de los héroes de esta virtud, este santo fue considerado el tipo de perfecto obispo de la Contrarreforma, su imagen más representada es entre muertos y moribundos. El culto a los santos fue entendido por luteranos y calvinistas como una especie de superstición pagana, la invocación de los santos era menospreciar al mediador, Jesucristo. Además no se encuentran en el cielo, están en su vestíbulo, sólo Jesús está allí. Los católicos contestaron que los santos disfrutan de la visión de Dios y son nuestros intercesores ante él, el efecto artístico llevó a la exaltación de los santos en sus versiones originales, se reconstruían las antiguas imágenes, en concreto, Roma se convirtió en una auténtica ciudad de los santos, las canonizaciones se convirtieron en solemnidades magníficas. El respeto a las reliquias de los santos era considerada una idolatría para los protestantes, allí donde existían se destruían, son irónicos ante la credulidad de los católicos, además afirman que no son auténticas. Por su parte, la Iglesia Católica consideró que no era ni siquiera necesario someter a las reliquias a un somero estudio. Se realizaban ceremonias, se veneraban, se proyectaron obras de arte que tenían que servir como enseñanza para la humanidad, y se mostraban las reliquias a los fieles en hornacinas.
El Concilio de Trento no sólo afectó a las artes figurativas en su contenido, sino también en sus aspectos formales y de representación. Una de las primeras decisiones que adoptó el Concilio fue prohibir el desnudo en las imágenes religiosas. Así, San Carlos Borromeo, persona que encarna el espíritu del Concilio, hizo desaparecer el desnudo de cualquier lugar donde se hallase. Toda clase de sensualidad debía ser prohibida; debe eliminarse lo deshonesto y lo profano, y las imágenes no deberían mostrar excesiva elegancia en sus ornamentos. En un cuadro religioso nada puede alejar el pensamiento del tema, Le Brun consideraba que en una Crucifixión sólo debía aparecer la imagen de Cristo, la Virgen y San Juan, cualquier otra cosa que pueda desviar la atención de su meditación era superflua y debía ser eliminada. Lo mismo para un cuadro para un altar. De la imagen sólo nos debe emocionar la grandeza del Evangelio y no los paisajes. Definían una clara distinción entre arte religioso y arte profano, de aquel había que apartar el paisaje, las naturalezas muertas o una escena familiar. Aun respetando los cánones religiosos, consideraban que el artista no daba suficiente nobleza a personajes evangélicos, por ejemplo la Iglesia fue extremadamente severa con un innovador como Caravaggio porque se apartaba de la tradición cristiana amante de la nobleza y de la belleza El Concilio condenaba las obras que manifestasen un dogma erróneo, por ello los años siguientes los censores eclesiásticos fueron muy estrictos en su control del arte. Es destacable la nueva devoción de los arcángeles. La última de las jerarquías celestes fue la que adquirió más relevancia en el arte y en el pensamiento cristianos, en Roma se encuentran por todas partes, en las esquinas de calles, en iglesias, en cúpulas y cornisas. En relación con la Vida pública de Jesucristo pensaban que no se había prestado suficiente interés a su infancia, de ahí que todo lo que rodeaba a ésta, sobre todo la Virgen y San José a partir de este momento fuese tratado de una manera diferente, surge la representación de la Sagrada Familia, devoción desconocida en la Edad Media. Fue glorificado San José, representado como la imagen de Dios Padre en la Sagrada Familia, en cambio a la figura de la Virgen como ya venía siendo muy venerada era difícil añadir algo nuevo. El pensamiento cristiano se consagró al Niño y a descubrir nuevos misterios en la pobreza y oscuridad de los primeros años, se recreaban en su vida humilde y discreta, se enseñaba a someterse a la voluntad divina.
Fue a finales del siglo xvi cuando empezó a florecer el arte cristiano, para contestar a la tendencia iconoclasta se produjeron gran cantidad de cuadros, frescos, estatuas de mármol o de estucos principalmente en las iglesias de Roma España y Francia. En el arte del siglo xvii se aprecian dos grandes corrientes: una inspirada en el pasado y otra en el presente. Los artistas a veces dudaban, incluso la iglesia tan firme para los dogmas titubeaba ante las leyes poéticas del pasado al sentirse amenazada por la crítica protestante, para luego arrepentirse de sus reticencias. La imagen religiosa se entendía como una profesión de fe, era un instrumento de persuasión orientado a conmover y convencer al fiel y servir de exégesis de los misterios de la Fe. La imagen operaba como medio para reafirmar al fiel en sus convicciones, se pretendía conseguir activar unos resortes perceptivos que obtengan un efecto y respuesta inmediatos. La Iglesia era consciente de que se podía caer en la superstición, pero consideraba que se debía correr el riesgo porque cumplía una función efectiva y didáctica de la que no podía prescindir. La imagen religiosa alcanzó un proceso de reiteración, existía una auténtica inflación de imágenes durante el siglo xvi. Los temas, los recursos y los mecanismos se repiten. La imagen tenía la ventaja de su percepción permanente y colectiva, pero no admitía un desarrollo serial, tenía carecer estático, se colocaba en un lugar de culto, por lo que se limitaban sus posibilidades de difusión, por eso los continuos encargos y el intenso desarrollo de los talleres. Afecta tanto a cuadros singulares como a ciclos y programas iconográficos.
En los escritos de la Contrarreforma reaparece el concepto medieval de la función pedagógica del arte. Ni al Medioevo doctrinario ni a la Contrarreforma le interesa la imagen por si misma, sólo aquello que representa. La Contrarreforma tiene una perspectiva programática. En concreto Savonarola considera que la historia debe tener un sentido alegórico, debe significar más de lo que representa. La dialéctica de la Contrarreforma se basa en la persuasión colectiva que se proponía influir, de una forma directa y simple, con imágenes lo más concretas posibles y ligadas a la experiencia común. Se percataron de que las disquisiciones literarias y filosóficas tan apreciadas en el Quattrocento y los tomistas no tenían arraigo popular.
El compromiso de los artistas con el pensamiento contrarreformista fue también muy destacable, por ejemplo Luca Giordano no cobraba sus trabajos a las órdenes pobres y siempre iba acompañado de su confesor, en general los artistas italianos y franceses asistían a misa al inicio de cada jornada. Todos los artistas se habían formado en la enseñanza de la iglesia, con sus sermones, retiros espirituales y libros devocionales, se convirtieron en fieles intérpretes del catolicismo de la Contrarreforma.
El conocimiento de la historia de los primeros siglos de los cristianos permitió, tal y como consideraban necesario los contemporáneos, una representación más dramática y violenta de los nuevos mártires y santos. El “Teatro de las crueldades de los herejes” impreso con el permiso de un canónigo de Amberes, y publicado con la anuencia de los jesuitas, muestra un compendio de suplicios. Los nuevos mártires fueron sometidos a suplicios inimaginados por sus verdugos: por ejemplo un sacerdote aparece crucificado por los hugonotes sobre la cruz del altar y las cabezas de los religiosos. Los jesuitas en todas sus casas de Roma multiplicaron la imagen de suplicios para que sirviese de ejemplo a los novicios, se veían escenas que les pudiesen recordar a la muerte, en concreto en la iglesia de Il Gesú había una capilla decorada con frescos de mártires, querían formar almas heroicas. Durante la era de las evangelizaciones en África, Asia y América hubo un buen número de mártires, principalmente fueron jesuitas, ayudados por franciscanos y dominicos, los cuales emprendieron la conquista religiosa de estos mundos. De todas formas, los primeros misioneros jesuitas que merecieron el título de mártires murieron a manos de los calvinistas sin separarse de imágenes de la Virgen o santos. Uno de los sucesos que más influyo sucedió el 15 de julio de 1570, se trata de la masacre de los misioneros del Brasil, que fue representada en la sala de recreo de los novicios de San Andrés del Quirinal para que los futuros apóstoles tuviesen su mirada puesta en el ejemplo de sus antecesores. Otro ejemplo lo encontramos en Japón, donde el catolicismo se extendió hasta que el nuevo emperador Toicosama, hostil a la nueva fe, en 1597 hiciese crucificar a los misioneros jesuitas .y franciscanos. Su martirio los hizo célebres, y en seguida las respectivas órdenes los empezaron a representar. La Compañía de Jesús a finales del siglo xvi quería que el arte ayudara a sus maestros a templar almas, y que la imagen de los suplicios fuera una preparación más para el martirio. Desde el comienzo de la persecución inglesa los cartujos habían tenido 18 mártires en 1535 siendo representados en una estampa por Beatrizet. En el siglo xvii los Hermanos de la Gracia y los trinitarios estaban consagrados a la redención de cautivos e iban a buscarlos entre los piratas de África, por lo que también poseían un rico martirologio.
El Concilio también reguló el papel de las jerarquías eclesiásticas en el control del arte. Se potenció en general la figura del obispo en temas disciplinarios, y por ende en temas artísticos. Todo lo cual llevó a que las disposiciones sobre el arte y su función didáctica debían ser supervisadas por los obispos en el marco de sus respectivas diócesis. Principalmente afectaba a la licencia que debía conceder para la colocación de nuevas imágenes en las iglesias. Dicho control también podía ser realizado por el concilio provincial, e incluso por el mismo Papa. Como consecuencia de ese poder jurisdiccional, el reconocimiento de los milagros y la adopción de nuevas reliquias fue una potestad que estaba también en sus manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cualquier aportación o comentario de tu parte siempre será bienvenido