El tema representado de Susana y
los viejos se encuentra en el capítulo 13 del Libro de
Daniel, donde se narra que dos viejos observaban con ojos lujuriosos
a la esposa de Joaquín mientras se bañaba en el jardín de su casa,
éstos le piden que ceda a sus deseos lascivos, indicándole con el
dedo que guarde silencio, a lo cual ella se niega con claro gesto de
desagrado, escena representada en el cuadro de Artemisia Gentileschi.
La consecuencia fue que los viejos la acusaron falsamente de
adulterio, encargándose Daniel de juzgar y finalmente demostrar que
los viejos incurrieron en falso testimonio y Susana era inocente. El
relato fue objeto de comentarios de los teólogos con la finalidad de
descifrar el sentido simbólico del texto. Desde el período
paleocristiano se ha considerado a Susana y su castidad como símbolo
del alma salvada y de la Iglesia calumniada por judíos y paganos,
además de un ejemplo de justicia. El juicio de Daniel ha sido
equiparado al de Salomón.
Las dos principales representaciones
de su ciclo son Susana en el Baño, y su juicio y la lapidación de
los viejos. En este caso me centraré sólo en el baño. La
iconografía de Susana ya aparece en las catacumbas de Priscila en
Roma (s. IV), dejamos de tener representaciones desde los siglos V al
VIII, volviendo a partir del siglo IX a disponer de buenos ejemplares
como la Biblia San Isidoro de León (s. X) y la Biblia Roda (s. XI).
A finales de la Edad Media Susana aparecerá en la decoración de
ayuntamientos donde estaba el tribunal de los regidores como ejemplo
de justicia. Hasta el final de este período el tema es tratado con
pudor y delicadeza, mientras que a partir del siglo XVI los pintores
renacentistas y barrocos retratan el momento del baño, recalcando el
disfrute lascivo de los viejos y el cuerpo rebosante de erotismo de
Susana, como en las obras de Guercino (1617), Tintoretto (1560-1565)
y Rubens (1609-16109). Pero la obra de Gentileschi se sale del
estereotipo de su época, ya que destaca más bien por el dolor y la
angustia de la víctima, parece que la pintora expresaba sus propios
sentimientos por la violación que sufrió en 1611 a manos del pintor
Tassi, amigo de su padre.
Ya en el siglo XIX encontramos un ejemplo
que me ha llamado la atención y me ha impresionado por su cambio de
perspectiva, se trata de la obra del pintor romántico Francesco
Hayez, en la cual se encuentra Susana de espaldas, dejando solamente
entrever su erotismo, no aparecen los viejos, y su pudorosa mirada
vuelta hacia el espectador parece que nos quiere dar a entender que
los viejos somos nosotros, verdaderamente una delicia.
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