En la Edad Moderna el viaje de reyes y príncipes se convierte en un acontecimiento festivo con un valor popular y oficial, íntimamente relacionado con el poder, que transforma las ciudades por donde pasa la comitiva de cortesanos. Estos acontecimientos perduraron mucho tiempo, no sólo por los grabados impresos, sino también porque las ciudades se apropiaron de lo que nació como efímero, y que tanto coste les había supuesto. Los programas tenían una doble finalidad, la afirmación del poder real y la reafirmación de la ciudad en su orgullo histórico, sus derechos ante el rey, y en definitiva, su poder.
El significado de la imagen es algo fundamental en la fiesta, los escritores colaboraban para desarrollar el discurso, se enmascaraban las ciudades con arquitecturas efímeras, tapices, cuadros, flores, y los textos escritos que la describen minuciosamente contribuían a crear esa imagen que se quería transmitir, eran las llamadas “Relaciones”. Por ello, es evidente la estrecha relación entre imagen y palabra. El esquema ceremonial de la entrada de la comitiva real en una ciudad se resume en un acto de recibimiento por parte ésta, con afirmación de su identidad histórica, y envuelto por el lenguaje simbólico del poder político y/o religioso.
Las entradas triunfales y los elementos efímeros que las acompañan constituyen una parte más del conjunto de manifestaciones lúdicas a que da lugar una jornada real o principesca. La fiesta se manifestaba a través de los sentidos, el color de los cortejos y los tapices y pinturas, las arquitecturas efímeras, y la música. Ese conjunto de manifestaciones sólo lo apreciaba en su conjunto la comitiva, debido a que la población urbana se iba desplazando y apreciándolo de forma parcial.
En la fiesta real los tres elementos básicos que la caracterizan son la entrada triunfal, la falsa batalla y la comedia. Felipe ii acentúa la solemnidad de las fiestas como medio de exaltación real. En los siglos xvi y xvii, además de las representaciones arquitectónicas son muy apreciados por su belleza artística los fuegos artificiales, auténticos espectáculos pirotécnicos y luminarias, normalmente asociados a composiciones figurativas y a elementos fantásticos relacionados con el fuego, como el dragón. Las batallas fingidas y los torneos ponían de manifiesto lo enraizado de lo medieval en el espíritu de la Europa moderna, si bien desprovistos del sentido caballeresco y trágico de lo medieval, lo lúdico estaba por encima de lo épico, en especial la lucha entre caballeros y salvajes, principalmente el turco. En los viajes de Felipe ii hay pocas referencias a la comedia debido a la poca atención que el monarca le prestó.
La ciudad se transforma en fastuosa e ideal, bastante alejada de la realidad cotidiana. Las ciudades hacen pública expresión de su entrega al monarca con la ofrenda de llaves o del corazón. La transformación sufrida en el urbanismo está influida por la formulación humanista de la ciudad ideal. La construcción efímera más destacable es el arco del triunfo, el cual se emplazaba en las entradas de la ciudad, plazas o calles mayores con un claro carácter perecedero. Otros recursos efímeros utilizados eran las “perspectivas” o arquitecturas pintadas a modo de decorados teatrales que recreaban espacios urbanos o paisajísticos. Si bien, no todo era efímero, se produjeron actuaciones urbanísticas como el derribo de casas para ensanchar y hermosear el espacio público, se mejoró la estructura vial, y el desarrollo urbano en general sirvió para iniciar la adaptación de la ciudad medieval a las nuevas necesidades modernas, complementándose con arreglos de caminos y acceso a poblaciones. Se abrieron cercas y murallas medievales. La ciudad de la Edad Moderna tiene como punto importante la relación palacio/ iglesia/ plaza, en concreto las plazas fueron parte importante de las celebraciones de las fiestas cortesanas; la alusión a la Teología, la Filosofía y la Poesía sirve para asociar a la Monarquía Hispánica, por un lado con el humanismo y el arte, y por el otro con la defensa del catolicismo, mientras que la importancia del palacio queda patente con la decoración situada a lo largo de la calle que conduce al mismo, y del arco del triunfo que se colocan en la calle de entrada.
Desde el punto de vista artístico el aspecto más destacable de los viajes era la arquitectura efímera, la cual seguía los cánones de la época. La más importante, el arco del triunfo, estaba definida por un lenguaje clásico gracias al gran conocimiento de la arquitectura antigua, evocaba a “lo antiguo” o a “lo romano”. Artísticamente no existía unidad estilística, en ocasiones se produjo un eclecticismo entre tradiciones locales y la clásica italiana. Los órdenes más utilizados son el dórico, el jónico y el corintio, sin olvidarnos del toscano y del compuesto. La estructura más repetida es la del vano, que puede ser de uno, dos o tres puertas, el nivel principal, con paneles, aletones y volutas, y el remate formado por obeliscos, frontones, cresterías y cartelas.
En la fiesta real los tres elementos básicos que la caracterizan son la entrada triunfal, la falsa batalla y la comedia. Felipe ii acentúa la solemnidad de las fiestas como medio de exaltación real. En los siglos xvi y xvii, además de las representaciones arquitectónicas son muy apreciados por su belleza artística los fuegos artificiales, auténticos espectáculos pirotécnicos y luminarias, normalmente asociados a composiciones figurativas y a elementos fantásticos relacionados con el fuego, como el dragón. Las batallas fingidas y los torneos ponían de manifiesto lo enraizado de lo medieval en el espíritu de la Europa moderna, si bien desprovistos del sentido caballeresco y trágico de lo medieval, lo lúdico estaba por encima de lo épico, en especial la lucha entre caballeros y salvajes, principalmente el turco. En los viajes de Felipe ii hay pocas referencias a la comedia debido a la poca atención que el monarca le prestó.
La ciudad se transforma en fastuosa e ideal, bastante alejada de la realidad cotidiana. Las ciudades hacen pública expresión de su entrega al monarca con la ofrenda de llaves o del corazón. La transformación sufrida en el urbanismo está influida por la formulación humanista de la ciudad ideal. La construcción efímera más destacable es el arco del triunfo, el cual se emplazaba en las entradas de la ciudad, plazas o calles mayores con un claro carácter perecedero. Otros recursos efímeros utilizados eran las “perspectivas” o arquitecturas pintadas a modo de decorados teatrales que recreaban espacios urbanos o paisajísticos. Si bien, no todo era efímero, se produjeron actuaciones urbanísticas como el derribo de casas para ensanchar y hermosear el espacio público, se mejoró la estructura vial, y el desarrollo urbano en general sirvió para iniciar la adaptación de la ciudad medieval a las nuevas necesidades modernas, complementándose con arreglos de caminos y acceso a poblaciones. Se abrieron cercas y murallas medievales. La ciudad de la Edad Moderna tiene como punto importante la relación palacio/ iglesia/ plaza, en concreto las plazas fueron parte importante de las celebraciones de las fiestas cortesanas; la alusión a la Teología, la Filosofía y la Poesía sirve para asociar a la Monarquía Hispánica, por un lado con el humanismo y el arte, y por el otro con la defensa del catolicismo, mientras que la importancia del palacio queda patente con la decoración situada a lo largo de la calle que conduce al mismo, y del arco del triunfo que se colocan en la calle de entrada.
Desde el punto de vista artístico el aspecto más destacable de los viajes era la arquitectura efímera, la cual seguía los cánones de la época. La más importante, el arco del triunfo, estaba definida por un lenguaje clásico gracias al gran conocimiento de la arquitectura antigua, evocaba a “lo antiguo” o a “lo romano”. Artísticamente no existía unidad estilística, en ocasiones se produjo un eclecticismo entre tradiciones locales y la clásica italiana. Los órdenes más utilizados son el dórico, el jónico y el corintio, sin olvidarnos del toscano y del compuesto. La estructura más repetida es la del vano, que puede ser de uno, dos o tres puertas, el nivel principal, con paneles, aletones y volutas, y el remate formado por obeliscos, frontones, cresterías y cartelas.
Otras construcciones efímeras serían los denominados “espectáculos”, dentro de los cuales encontraríamos el “cadalso” o “catafalco”, y la “máquina teatral”, Se trata de representaciones con seres humanos como si fuesen auténticos teatros al aire libre, formados por un escenario con columnas y un remate, en el que se representaban temas alegóricos, mitológicos, históricos y religiosos, en los que se utilizaban artificios teatrales incluso con batallas fingidas. Otros “espectáculos” lo forman un espacio con estatuas o figuras humanas estáticas sin desarrollo dramático. Otras son las construcciones columnarias, algunas de las cuales sirvieron como espacios para la apertura de hornacinas, otras flanqueaban avenidas triunfales, en cambio menos habituales fueron las avenidas de arcos sobre columnas. El obelisco y la pirámide también las podemos encontrar como elementos arquitectónicos en si mismos, así como templos y otros edificios de carácter simbólico. A parte de las arquitecturas efímeras tuvieron un papel importante las pinturas, tapices, paneles decorativos y los desfiles.
Los materiales utilizados en estas construcciones eran pobres, por lo que era necesaria una labor conjunta de arquitectos, escultores y pintores. Se usaba principalmente madera y tela debidamente camufladas con pintura, además el estaño y la cera servían para una parte importante de la decoración como esculturas y relieves. Menos frecuente era el uso de materiales más duraderos como el yeso, ladrillo y argamasa. Con pintura los pobres materiales eran transformados en apariencia en piedra, y principalmente, en mármol. Más elementos son las fachadas y puertas decoradas, auténticas fachadas- telón que cubrían puertas de muralla o de palacio, y las convertían en arcos de triunfo. El carro triunfal era un elemento de carácter dinámico y simbólico de un pasado antiguo, una mezcla de lo religioso y lo pagano. Las esculturas exentas a base de pinturas, a modo de monumentos urbanos, decoraban entradas de las ciudades, plazas y lugares del paso de la comitiva, eran figuras mitológicas, históricas y alegóricas de virtudes, ríos, ciudades y naciones.
Existen representaciones escultóricas de la Victoria, alegoría que aparece con una parte de sus atributos, como es el laurel, de clara influencia clásica, y que habitualmente se la relaciona con la Fama y la Paz, y que, en ocasiones, como así ocurrió en el arco de los españoles de Amberes en 1549, aparece con uno de sus contrarios, el turco. Además su presencia suele ir acompañada de la imagen del príncipe, monarca o emperador. La otra escultura exenta de importancia simbólica por su carácter mitológico son las columnas de Hércules. Este personaje simboliza el ideal principesco, incluso en la Edad Media se le llegó a asimilar con la figura de Cristo. En concreto los Austrias le otorgaban un significado polivalente, aludían a la fortaleza y a la virtud caballeresca, y se establecía una vinculación de esta figura con los orígenes míticos de la dinastía. En España Hércules se convirtió en patrono de la monarquía.
Además del valor significante de la propia arquitectura y explicativo de las inscripciones, es en las pinturas y esculturas de las obras efímeras donde reside el verdadero significado de la construcción. Los tres niveles de representación del homenaje que recibe el monarca son: el narrativo, a través de la difusión de éxitos bélicos recientes o de sus antepasados, el analógico, mediante la evocación de las virtudes del monarca a través de personajes bíblicos y mitológicos, y el alegórico, simbolizando las virtudes de la realeza y personificando continentes, naciones, ciudades.
Las fuentes iconográficas utilizadas son básicamente duales, por una parte, la literatura y filosofía de la Antigüedad clásica, incluidos los reversos de las monedas y medallas romanas, y por otra, los libros de emblemas y jeroglíficos del Renacimiento (Alciato y Valeriano por ej.). El principal de los temas tratados son los motivos alegóricos, consistente en la representación de virtudes como la virtud, la justicia, motivo éste de los más representados en la fiesta, la fortaleza, la prudencia, la templanza, la fe, la esperanza, la paz, la victoria, citadas a título de ejemplo. También incluiríamos las personificaciones de ríos, naciones, continentes, ciudades, y provincias. Los temas mitológicos incluyen los dioses, el mundo de emblemas, divisas, empresas y alegorías, representación de los valores caballerescos, representación de Hércules, Neptuno, Júpiter, Mercurio, Apolo, Jano, y Baco principalmente. El ciclo troyano fue muy apreciado.
Los temas históricos, basados en la historia contemporánea del monarca, principalmente triunfos políticos y militares, se comparan los acontecimientos presentes con las acciones de la Antigüedad grecorromana, y aquellos lejanos en el tiempo y en el espacio pero que sirven como modelos ejemplares de la conducta humana, principalmente sacados de la historia de Roma y Próximo Oriente, y la medieval y moderna de la ciudad que organiza la fiesta. Los temas religiosos se ocupan de acontecimientos del Antiguo y el Nuevo Testamento, así como de los hagiográficos. No es uno de los temas que más se prodigue, su presencia se debe a dos circunstancias generales, por una parte de los textos veterotestamentarios se extraerán personajes y temas que sirvan de exempla; por otra, se simbolizaba la presencia de la protección del imperio cristiano. Los personajes más destacados son David, Salomón, Abraham, Isaac, Jacob, Sansón, entre otros, tampoco faltó la Trinidad. Los temas simbólicos y emblemáticos aparecen como complemento de los motivos anteriores, se expresan de forma codificada y abstracta principios éticos, políticos o religiosos. Destacan los símbolos alusivos a la realeza y sus virtudes, como el águila, el león, la espada y la balanza, el palacio, el templo y el camino entre otros. El águila es el símbolo heráldico de Carlos i, con un evidente significado imperial, relacionado su vez con las armas dinásticas de la emperatriz Isabel, además, según Alciato, el águila es símbolo de la fortaleza y la victoria. Los temas fantásticos son representados por figuras como el dragón, la serpiente de tres cabezas, el salvaje y el gigante.
En la Edad Moderna el retrato en sus diferentes manifestaciones estaba directamente relacionado con el poder, servía para establecer una relación entre memoria e imagen. Las estatuas seguían los cánones romanos, se buscaba la legitimación del poder, tanto con la representación de bustos de familiares fallecidos como de vivos. Se llevó a cabo una renovación de las efigies funerarias, así como se incorporaron programas simbólicos a los sepulcros monumentales, se perseguía una proyección externa. Las medallas se cubren de imágenes emblemáticas, éstas conmemoraban una serie de acontecimientos, desde victorias militares hasta bodas, en el anverso aparecía la imagen del noble, y en el reverso una representación alegórica. El retrato representaba un signo público, solía aparecer la efigie con sus atributos iconográficos, se buscaba reflejar la apariencia física del príncipe y la autoridad moral que emanaba, en base al concepto de individualidad, pero no absoluta, puesta en relación con la imagen dinástica. Poco a poco se fueron introduciendo contenidos políticos en la representación de la majestad. La importancia de la imagen del rey queda patente en las medallas con las efigies de los príncipes ascendientes ya fallecidos del emperador, Carlos i, y del propio rey Felipe ii, se busca enaltecer la dinastía de la Casa de Austria, manifestación clara de la imagen de su poder.
Dentro de la definición de fiesta de la monarquía a parte de las entradas triunfales en sus viajes, también se incluirían las bodas, bautizos y funerales con la generación de una serie de imágenes y arquitectura efímeras. Tampoco nos podemos olvidar de los torneos y espectáculos caballerescos realizados por la corte en plazas públicas, y los saraos o bailes en el espacio de la corte.
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