Retrato de Alfonso XI de Castilla de José María
Rodríguez de Losada
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La muerte de Fernando IV (1301- 1312)
dejó al reino de Castilla sumido en un larga minoría (1312- 1325) porque su
hijo y sucesor, Alfonso XI (1312- 1350), contaba tan sólo un año edad, esto
llevo a que hasta tres facciones nobiliarias rivalizasen entre sí para hacerse
con la regencia. Además los benimerines y nazaríes aprovecharon la debilidad
interior del reino, recibiendo como respuesta una campaña organizada por los
infantes Juan y Pedro juntamente con la madre del joven rey María de Molina.
Una de las primeras acciones del monarca
al llegar a su mayoría de edad fue reorganizar su corte y consejo, para esto se
hizo con los servicios de Garcilaso de la Vega y de Alvar Núñez de Osorio. El
ordenamiento que concedió en las Cortes de Valladolid de 1325 contrasta con el
que habían otorgado sus tutores tres años antes, este es más breve y aunque la
situación sea crítica no se hace constar tan expresamente como en la anterior,
en concreto apenas se plantean problemas en la administración de justicia, y la
mayoría de los acuerdos se centran en el buen gobierno y la administración de
las ciudades. Otra de las cuestiones planteadas era la mengua de la
jurisdicción de las ciudades y villas debido a que algunas aldeas y sus alfoces
tenían condición de behetría, solariego y abadengo por lo que los pleitos
quedaban fuera del ámbito de aplicación del fuero y en cambio eran sentenciados
por un alcalde puesto por el señor, por ello se solicitó que se aplicase en su
lugar el correspondiente fuero. También se regularon las cuantías de las
sanciones que podían imponer los adelantados y los merinos mayores. Las
cuestiones fiscales no fueron de menor importancia, se trataron algunos asuntos
del rey, como la cuantía a percibir como yantar, los perjuicios derivados de la
percepción en los caminos de rondas y guías por los animales, la realización de
prendas de unos lugares por otros, y el reconocimiento de los albalaes de pago
o de quitamientos de pechos y derechos hechos por los recaudadores. Finalmente otra cuestión de importancia
estaba relacionada con la organización del reino y el despilfarro de la corte
que había agotado las rentas reales, por ello se solicitó que los oficiales y
alcaides de alcázares y fortalezas fueran elegidos entre los hombres buenos de
las ciudades. También se plantearon actuaciones para la defensa de los derechos
de la Iglesia y que los alcaldes de las Hermandades y los oficiales reales no
interviniesen en la jurisdicción eclesiástica.
El reinado de Alfonso XI a partir de su
mayoría de edad históricamente ha sido considerado un período de
fortalecimiento del poder de la monarquía frente a la nobleza. Dicho
fortalecimiento no fue un proceso únicamente de imposición sino también de
asimilación y de vinculación de la nobleza a los proyectos de la monarquía,
principalmente las campañas militares. La historiografía otorga dos aspectos
básicos de su reinado, por un lado el ya citado proceso de afirmación
monárquico con el sometimiento de la nobleza y la implantación de una serie de
reformas que hicieron hincapié en la centralización del gobierno junto con una nueva fiscalidad y la puesta en
marcha de la alcabala. Y por otro lado, se dio un impulso a la lucha contra los
musulmanes que se caracterizó por el afianzar el dominio del Estrecho y así
acabar con la amenaza de invasión norteafricana. Un autor como Estepa considera que el poder de
la Corona castellana se reforzó durante los años 1325- 1337 como consecuencia
de la mejora de las relaciones entre Alfonso XI y la alta nobleza castellana.
El fortalecimiento de la autoridad de la
Corona se manifiesta entre otros aspectos en un mayor control sobre las Órdenes
militares. Esta afirmación se produjo en el aumento de su influencia en la
designación de los maestres, llegó a nombrar a cortesanos y a sus propios hijos
para el desempeño de ese honor. Además reactivó aspectos del derecho feudal
para asentar su autoridad y logró extender la jurisdicción real sobre los señoríos de las Órdenes.
Se propuso un mayor control de la
administración de las ciudades mediante el nombramiento de diversos oficiales
encargados de intervenir en los asuntos municipales. Entre 1326 y 1348 los
concejos abiertos fueron sustituidos por asambleas cerradas. Si bien el modelo
oligárquico municipal no sufrió cambios traumáticos. El monarca también
estableció en las Cortes de Alcalá de 1348 en las ciudades los llamados
caballeros de cuantía. El motivo fue que la figura del caballero estaba en
recesión a pesar de las ventajas fiscales y políticas inherentes, pero como no
era suficiente con la adscripción libre y voluntaria, se impuso la obligación a
todos los hombres de realengo de mantener caballos para la guerra según la
renta disponible. Como compensación los caballeros de cuantía recibieron
exenciones fiscales y privilegios sociales, especialmente en lo que respecta a
la vestimenta. Su posición era preponderante en los concejos medios y pequeños
monopolizando los oficios municipales.
Durante este reinado se promovió la
importancia de los letrados, principalmente juristas y clérigos, los cuales
entraron en la corte desempeñando funciones en la administración. La nobleza
también experimentó una serie de cambios que posteriormente serán más palpables
durante la subida al trono de la dinastía de los Tratámara. En concreto los
linajes antiguos o viejos, como los Lara, Haro, Castro, Traba, Aza, Meneses y
Cameros decayeron, siendo sustituidos por una nueva nobleza de origen más
humilde. Su paulatina desaparición hay que buscarlas en causas biológicas, como
la escasa fecundidad, epidemias y prácticas endogámicas, los enfrentamientos
entre familias y las campañas militares.
Así los grandes beneficiados en estos
primeros momentos de cambio fueron los representantes de la nobleza andaluza,
como los Guzmanes, Ponces y los Tenorio y Coronel. El triunfo de esta nobleza
nueva se atribuye históricamente a los Trastámara, pero ese fenómeno de
señorialización ya es palpable durante el reinado de Alfonso XI con las
concesiones de aldeas, como los donadíos recibidos por las familias Guzmán,
Ponce de León o los hijos de los Infantes de la Cerda.
La hacienda castellana también
experimentó una sustancial modificación patente en dos periodos intensos, de
1265 a 1273 y el que correspondería al reinado de Alfonso XI de 1333 a 1347. Al
final se produce una modificación de la fiscalidad de tipo señorial por
elementos característicos de una soberanía estatal. En la segunda mitad del
reinado de Alfonso X se empezó a intuir un nuevo sistema fiscal que concluyó
con Alfonso XI y la implantación de la alcabala. La nueva fiscalidad se basaba
en la generalización de las contribuciones indirectas, servicios
extraordinarios, contribuciones eclesiásticas, solicitud de empréstitos y la
emisión de moneda. La dinámica financiera en la Baja Edad Media era resucitar
el impuesto directo y generalizar el indirecto. La creación de la alcabala
supuso la culminación de las reformas fiscales y una nueva fuente de recursos
por parte de la Corona. Este impuesto gravaba las transacciones comerciales,
implantándose primero en Andalucía y Murcia antes de su generalización
territorial. Esta fiscalidad estatal se basaba en impuestos directos, votados
por las Cortes, y tributos indirectos que gravaban las distintas compras y
ventas y la circulación del ganado.
Durante el reinado de Alfonso XI están
presentes dos fenómenos característicos de la época que le toco vivir al
monarca castellano, como son la Peste Negra que se inició en 1348 y la “crisis
del siglo XIV”. La historiografía hispana apenas si ha tratado el tema de la
Peste Negra, mientras que la “crisis del siglo XIV” y su influencia de la
Corona de Castilla ha sido ampliamente tratada. Desde finales del siglo XIII
Castilla entró en una fase de depresión económica. A pesar del florecimiento
mercantil y la expansión de la ganadería lanar, se produjo un aumento de los
precios, se produjeron constantes devaluaciones monetarias, situaciones de
pobreza, inseguridad, robos, condiciones climáticas adversas y hambrunas. Se
produjo un empobrecimiento generalizado, disminución de los niveles de producción
e importante caída demográfica.
Existen autores como Borrero, Casado,
Igual o Rodríguez que han puesto en duda esta crisis argumentando que los
modelos explicativos aplicados al norte de Europa no son aplicables al mundo
mediterráneo. Además el acercamiento a esta cuestión se ha realizado de forma
espacialmente fragmentada, ya que sólo Andalucía y Murcia han sido estudiados
de forma profunda debido a que ambas regiones disponen de una extensa riqueza
documental superior al resto de territorios, y también ha influido el hecho
autonómico.