Sepulcro de Pozo Moro en el Museo Arqueológico Nacional |
El monumento turriforme
de Pozo Moro construido en el tránsito del siglo vi al v a.C.,
pertenece al mundo ibero, y está situado
en la necrópolis del mismo nombre que se encuentra en el municipio de
Chinchilla de Montearagón (Albacete). Está ubicado estratégicamente y enlazaba
de alguna manera una serie de vías de comunicación, la Vereda Real de
Cartagena, la Vía Herakleia, y Bolbax- Pozo Moro, y el Camino Pozo Cañada-
Horna. Su cercanía de Tartessos le confería la categoría de centro de
comunicaciones del mundo ibérico. Su hallazgo fue de capital importancia para
el estudio de la arquitectura ibérica.
Se
trata de un edificio funerario que cubría un enterramiento cuyo ajuar está compuesto
por piezas de procedencia helénica. Está construido con sillares de piedra con
una altura aproximada de 6 metros, alguno de los cuales se halla decorado con
varios relieves, dispuestos en forma de friso o banda horizontal, que describen
escenas sobre antepasados, fundadores de la dinastía de los que erigieron el
monumento, y sus relaciones con una divinidad, así como animales fabulosos, que
son considerados novedosos por sus temas y por su estilo. El conjunto se halla
flanqueado por cuatro leones esculpidos en piedra cuya función es apotropaica,
o sea encargados de alejar los malos espíritus del cuerpo del difunto. El
conjunto está rematado con varias molduras, alguna de las cuales tiene forma de
gola similar a las egipcias y un acabado con forma piramidal. La construcción
se asentaba sobre un pavimento de cantos con forma de lingote chipriota de
clara influencia oriental. Alrededor del monumento había un “témenos” o recinto
sagrado formado por unas pocas hileras de tapial. Los constructores del
monumento no tuvieron en cuenta las condiciones del terreno, la inadecuada
cimentación provocó el derrumbe en poco tiempo lo que ha permitido que nos
llegase en buenas condiciones de conservación.
La
construcción se ha realizado a base de sillares
de piedra. Un sillar es una “piedra, generalmente en forma de
paralelepípedo y sección rectangular, que se utiliza en la construcción”. Exigen
el empleo de útiles y mecanismos para su traslado y están muy trabajadas con
una o más caras labradas. Normalmente tienen forma paralelepipédica, aunque
pueden tener otras diversas formas según su disposición. Su peso también puede
ser variable desde los 75 kg hasta los 150 kg. Su cara vista se llama
paramento, las laterales juntas, la superior sobrelecho y la inferior lecho.
Este tipo de trabajo era realizado por un cantero.
Su trabajo se inicia mediante la selección de las piedras en estado natural
según su labrabilidad, posteriormente se realizan toda una serie de operaciones
denominadas “labra de la piedra”. Las acciones básicas que se realiza en obras
de este período serían: el corte, que permite transporta bloques más
manejables; el desbaste, con el que el artesano le daba el perfil
definitivo eliminando así las irregularidades de la primera acción; el acabado
o labra hasta darle a la piedra el tamaño y la forma definitiva antes de su
colocación, según la calidad será más tosca o fina; y finalmente se realizaría
la talla para darle un aspecto acabado, y un pulido mediante
desgaste de la superficie que queda lisa. No me atrevería a decir si se ha
realizado un bruñido para darle brillo.
En el
mismo yacimiento se han encontrado restos que demuestran la existencia de
construcciones similares, por lo que, aparte de su función como edificio
funerario, estos monumentos tendrían una clara connotación territorial. El
dominio de un territorio vendría marcado por la presencia de estas
construcciones que condicionarían la percepción geográfica de los pobladores,
la existencia de una necrópolis y la función simbólica alcanzaría al entorno
físico. Debido a su estratégica situación el monumento turriforme de Pozo Moro
sería visible para cualquier forastero que atravesase la zona, que a su vez
recibiría el mensaje de pertenecía de este lugar a unos señores poderosos
capaces de costear y construir monumentos impresionantes de clara influencia
oriental.
El
rito que practicaron fue el de la incineración para posteriormente colocar las
cenizas en una urna y ésta en
fosas, en las que no es raro que se aporten elementos personales, además de
ofrendas como vasos cerámicos con comida o líquidos, armas o instrumentos de
trabajo. Este tipo de necrópolis más simple es propio del área septentrional,
mientras que en el sur se han encontrado pequeñas cámaras o monumentos
sepulcrales de pequeño tamaño, rectangulares o cuadrangulares. También
aparecen tumbas de encachado tumular
con gran acumulación de piedra no trabajada que cubre la urna.
El monumento turriforme de Pozo
Moro es la mejor muestra de la cultura ibérica, no sólo nos permite apreciar su
arte más monumental, sino también sus
concepciones funerarias y sus motivaciones territoriales de carácter político.
Sus autores, los íberos, son un conjunto de pueblos un tanto enigmáticos, unos
antepasados que vivieron en la Península
Ibérica que gracias al monumento comentado nos permite conocerlos un poco mejor.