Según afirmaba Ptolomeo en su “Geographia” (1475) “la descripción de la tierra se llama Geografía y se diferencia de la Cosmografía o descripción del mundo, como la parte del todo […] y la Topografía, es decir, la descripción de los lugares, no es más que una representación particular de la ciudad, vista ella sola o con su territorio”. Los temas que trataré brevemente son los mapas como representaciones de la geografía, y las vistas de ciudades como representación de lo que Ptolomeo denominó topografía.
La importancia de la cartografía inicia su despegue con la Era de los grandes descubrimientos y conquistas. Las técnicas desarrolladas por las sociedades castellano- portuguesas, las ideologías que movilizaban a los hombres y los medios de los que disfrutaron, para el servicio de los gobernantes, hicieron que la Península Ibérica primero, y la Europa Atlántica después alcanzaran la hegemonía oceánica y universal. Una cultura homogénea, una náutica desarrollada, y el poder sólidamente establecido permitieron un mejor conocimiento y control del medio geográfico. Se desarrolló una colonización potente, una reordenación del territorio, y la creación de un verdadero “orden mundial”. El monarca que mejor representa esta ideología es Felipe ii, ya que España y Portugal fueron los reinos más activos y los que prosiguieron una actividad descubridora, ampliadora, reconocedora y reordenadora en los grandes ámbitos oceánicos, especialmente en la América continental y en el Extremo Oriente.
La ampliación de los espacios geográficos conocidos y los grupos étnicos con los que se establecieron contactos explica el gran avance de la geografía americana. Los descubrimientos marítimos alcanzaron gran difusión en Europa debido a la publicación de los libros realizados por cosmógrafos y pilotos españoles a lo largo del siglo xvi. La importancia es tal que desde el poder, y en el seno de la Casa de Contratación, se creó el cargo de “Catedrático del Arte de Navegación y Cosmografía”. Los libros que se imprimían, o que quedaban como copias manuscritas, fueron objeto de lectura y coleccionismo por príncipes y reyes aficionados a estas materias. El acelerado proceso descubridor y el conocimiento de una geografía hasta ese momento desconocida revolucionó las concepciones clásicas originando un avance y perfeccionamiento técnico en la cartografía náutica, pero también en la terrestre. La cartografía de Diego Ribero, de López de Velasco y Antonio de Herrera, y el primer atlas manuscrito sobre papel de Alonso de Santa Cruz, son de un valor fuera de toda duda. El desarrollo del grabado impulsado principalmente por las actividades bélicas, y la aparición de cartógrafos como Mercator, grabadores como los Blaeu, y sin olvidarnos de Ortelius y su magnífica obra titulada “Theatrum Orbis Terrarum” consiguieron una gran difusión de los conocimientos cartográficos. Entre los reyes que más apoyaron a científicos, a las ciencias y su difusión fueron Carlos v y el ya citado Felipe ii. Ambos fueron considerados buenos matemáticos, y fueron conscientes del valor de la cartografía como elemento de poder, el citado Gerard Mercator recibió el título de “Imperatoris Domesticus”, al matemático Pedro de Esquivel se le encargó la elaboración de un mapa de España, a Jacob van Deventer se le nombró “Geógrafo del Rey”. Gracias a la imprenta y el sistema de grabado la cartografía alcanzó una plena difusión y un mercado más allá de las cortes. En la época de Felipe ii los Descubrimientos pusieron en evidencia las posibilidades de expansión de la Monarquía y la cartografía apareció como el más adecuado instrumento de control y planificación. La relación entre la cartografía y la representación del poder se manifiesta en la “Cosmographia de Pedro Apiano” (1548) en su “Carta Cosmographica” aparece el emperador Carlos v y Júpiter en el mismo plano de igualdad equiparando al Emperador con el padre de los dioses, y relacionando a su vez a Carlos v con el mundo clásico y lo antiguo.
Una de las obras más importantes de este siglo, si no la más importante por ser la primera antología cartográfica diseñada con criterios modernos, es la citada obra del geógrafo Abraham Ortelius, “Theatrum Orbis Terrarum”. Es un atlas dedicado a Felipe ii, y nos sirve como ejemplo de la difusión de la cartografía, ya que esta obra fue conocida y difundida entre la aristocracia civil y religiosa de su época. A su vez se afianza la relación de los cartógrafos con los círculos humanistas que colaboran en estas magnas obras, como es el caso de Arias Montano. El autor vivió y trabajó en su ciudad natal Amberes coincidiendo con la represión hispánica, y aun así, se aprecia su buena relación con el monarca hispano y su aceptación de la dedicatoria de la obra, y el nombramiento de Ortelius como Geógrafo regio (Eius Maiestatis Geographus). En un principio las ediciones que se realizaron en latín estaban dirigidas a un público erudito y a las jerarquías eclesiásticas, mientras que las posteriores ediciones en lenguas vernáculas estaban pensadas para la nobleza y una burguesía mercantil enriquecida. A parte de la calidad técnica de los mapas, en los textos se incluyen datos laudatorios del lugar de geógrafos del pasado e historias y crónicas de la época, por lo que constituye un discurso literario apologético y propagandístico de los diferentes lugares. En conclusión, estos atlas editados en las mejores imprentas europeas, como en este caso en la de Plantino en Amberes, con un formato elegante y de lujo, una valiosa información técnica, y un elevado precio hizo que los privilegiados destinatarios de estas obras fuesen la aristocracia civil y eclesiástica europea. Los monarcas europeos fueron atentos mecenas que promocionaron la realización de similares iniciativas con la finalidad de dotar a sus estados de mejores estampas cartográficas.
Por lo que respecta a Portugal, de la cobertura de los viajes portugueses en torno a África y, a través del Índico, hasta la India, no quedan a penas ejemplos. La monarquía portuguesa tenía un gran respeto por la seguridad de las cartas, de hecho lo consideraban un secreto de estado, lo denominaron la “política del sigilo”. Por este motivo no se copiaron los mapas lusos en la misma medida que los elaborados en otros países. Los mapas de las nuevas tierras representaban un gran potencial geoestratégico para los estados del siglo xvi, se buscaban cartas de las zonas recién descubiertas. El primer mapa impreso en donde aparece América fue el de la “Tierra de la Santa Cruz” de Giovanni Contarini de 1506. Los italianos fueron los primeros en editar colecciones de mapas en atlas o “isolari” desde 1485, el primero fue Bartolomeo Della Sonetti seguido de Benedetto Bordone y de Tomasso Porcacchi da Castiglione. Aunque el más prestigioso editor en Italia del siglo xvi fue el francés Lafreri. La importancia que le daban los príncipes italianos a la cartografía se plasma en nombramientos como el de Giacomo Gastaldi que fue nombrado Geógrafo oficial de Venecia. En el siglo xvii destacan Cavallini y Coronelli.
En los Países Bajos, Ámsterdam, situada en una importante área de influencia, era a comienzos del siglo xvii una ciudad de gran movimiento intelectual, comercial y científico. En ella se daban cita navegantes y pilotos que utilizaban y discutían las cartas editadas por las casas comerciales a un ritmo cada vez mayor. Aquí se establece Pieter Plancius, cartógrafo de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, la familia Blaeu, de hecho Joan Blaeu fue nombrado cartógrafo oficial de la república de Holanda. En los siglos xvii y xviii continuaron otros autores como Valks, Allard, Wit y Visscher. En la cartografía francesa empiezan a destacar grabadores como Le Clerc y Tavernier, pero sobresale principalmente Nicolás Sanson d’Abbeville, cuya obra se caracteriza por su carácter científico y crítico, muy influido por la escuela holandesa. El control estatal en la producción cartográfica se afianzó, al convertirse las Academias en protagonistas de la actividad geográfica a partir del siglo xvii. La Academia francesa empezó a experimentar haciendo arcos de meridiano de diferentes partes del mundo. Contribuyeron al desarrollo de la cartografía tanto la Iglesia elaborando planos de parroquias y de diócesis, y el ejército, encargado de la cartografía a gran escala, el “Depósito de la Guerra” francés reunía información militar, que sirvió durante el siglo xviii para la formación de los distintos servicios cartográficos militares. Delisle fue otro autor destacado. Gran Bretaña no se quedó al margen de la corriente cartográfica europea, en 1570 Saxton confeccionó una colección de mapas de los condados ingleses, amparado por la reina Isabel i, quien veía en esta idea un buen modo de mejorar el control de su reino, se le concedió el monopolio de venta de este tipo de mapas y ayudas oficiales. Otros autores fueron Speed y Ogilby.
La Reforma y la Contrarreforma trajeron consigo un mayor interés en toda Europa por la lectura de la Biblia y, derivadamente, una elevada demanda de mapas de Palestina, que se produjeron con abundancia tanto en Italia como en Alemania y los Países Bajos. A modo de ejemplo, a Miguel Servet, Calvino le mando destruir uno por considerar que era una representación excesivamente realista y poco piadosa. El matemático y geógrafo holandés Mercator inició su carrera realizando estos solicitados mapas. La importancia de este autor radica en que a partir de la información recogida, su sometimiento a análisis geométrico y el contraste de la información, supusieron el inicio de una nueva cartografía que superaba a la de Ptolomeo. Su atlas también se asocia con Hondius y Janssonius.
El siglo xviii supone un cambio con respecto al xvii debido al progreso científico de los nuevos geógrafos de la Ilustración, principalmente los franceses, hombres de ciencia, pertenecientes a veces a la nobleza, y subvencionados por el rey y la Academia, ya que necesitaban financiación como consecuencia del encarecimiento de las mediciones y los estudios teóricos previos a la realización del mapa. Únicamente las Academias autorizarán a quienes puedan realizar mapas, por ello se reduce la decoración, monstruos marinos y otras fantasías. Por citar algún autor nos quedaremos con Van der Aa, Mortier, Zatta, y Renard.
Las representación de ciudades empiezan a desarrollarse a partir del siglo xiv en frescos y cuadros, como en el de Lorenzetti “El Buen y Mal gobierno en la ciudad y en el campo” en el Salón de los Nueve del ayuntamiento de Siena (1338- 1339). En el siglo xv ya encontramos ciudades representadas en tablas, como la de Francesco Rosselli de la ciudad de Florencia (1489-1495), el cual fijó el estereotipo de la visión de la ciudad. Los frescos tenían un carácter autocelebrativo y estaba dirigido a quienes ya conocía la ciudad, mientras que las tablas tenían una cierta circulación. Por otra parte, los libros y grabados además contenían descripciones e ilustraciones con fines celebrativos y documentales. Se va difundiendo una auténtica moda por las representaciones iconográficas de las ciudades europeas lo que lleva al desarrollo del grabado xilográfico de tipo urbano, en principio son imágenes toscas y sencillas que persiguen la representación del universo, las ciudades y el territorio en el que tienen lugar los acontecimientos históricos., para evolucionar y alcanzar una auténtica revolución científica y artística de los “Monumenta” de la cartografía del siglo xvii. El primer texto que se apoya en un repertorio de imágenes es el “Liber Chronicarum” de Schedel (1493), si bien las representaciones son muy parecidas entre sí, no cabe duda de que este autor se puede considerar un pionero en el género de las vista urbanas de carácter topográfico. Uno de sus continuadores fue Sebastian Münster con su “Cosmographia universalis” (1544), con vistas de calidad modesta, algunas desgastadas y muchas de ellas simbólicas.
Los atlas de ciudades se caracterizan por combinarse la ejecución artística de la obra con los estudios científicos aplicados. En sus inicios, los más importantes se editan en Alemania entre los siglos xvi y xvii, para posteriormente pasar el testigo editorial a cartógrafos y editores flamencos y holandeses. Como ya he comentado, el atlas de Münster es el que se impone durante 25 años, en concreto su “Opus mágnum” de 1550 es su edición más famosa. El texto explicativo de estas ediciones se caracteriza por la pobreza en las explicaciones geográficas, interesándose más por cuestiones propiamente histórico- políticas referentes a cuestiones fronterizas, dinásticas y señoriales a través de la que se articula la geopolítica del antiguo régimen. Los sistemas de representación siguen los modelos, o bien el ptolemaico, o bien el perspectivo, o bien el perfil frontal y plano de la ciudad. La afición por los planos fue creciendo, y Münster fue sustituido en importancia en 1572 cuando se produjo la aparición del primer volumen de “Civitates Orbis Terrarum” editado en Colonia por Georg Braun y Frans Hogenberg con grabados de éste y Novellanus basados en dibujos de Hoefnagel. La obra consta de seis volúmenes que se publicaron hasta 1617. Se incluyen escudos de armas, trajes característicos, escenas de la vida cotidiana y detalles que ayudan a conocer el ambiente local. Sirvió como modelo para obras posteriores.